viernes, 2 de diciembre de 2016

Oposición a oleoducto en EEUU modela lucha indígena americana.


El canadiense Clayton Thomas-Muller cruzó la frontera entre su país y Estados Unidos para sumarse al movimiento indígena en contra de la construcción de un oleoducto, convertido en un ejemplo de las luchas de los pueblos nativos de América contra megaproyectos, donde abundan los elementos comunes.
“Es un movimiento increíble. El factor común número uno es la fundación espiritual de la cosmovisión. Son indígenas de todo el mundo que comparten la cosmogonía del agua. Hay un sentimiento de la sacralización de la tierra. Es el mayor movimiento indígena desde los días precoloniales”, dijo a IPS este delegado de la Red Ambiental Indígena.
Thomas-Muller, del pueblo cree o pukatawagan, subrayó que el oleoducto es “uno de los mayores casos de riesgo ambiental en Estados Unidos”, contra el que luchan los pueblos indígenas afectados, tal como hacen en otras partes del mundo.
“Vemos muchos paralelismos en las luchas indígenas locales. Cuando los pueblos indígenas se levantan e invocan el poder de su cosmología y de su visión del mundo y la incorporan a movimientos sociales, encienden a la gente como nunca antes se había visto”, aseguró por teléfono desde el campamento del pueblo sioux al que se sumó el 6 de este mes, para apoyar sus acciones contra el oleoducto.
Aseguró que el mundo está con Standing Rock Sioux, la tribu que encabeza el rechazo al  Oleoducto de Acceso a las Dakotas (DAPL, en inglés), con un tendido de 1.890 kilómetros de largo y 3.700 millones de dólares de inversión privada, en el estado de Dakota del Norte, en el centro de la frontera de Estados Unidos con Canadá.
El proyecto, que construye la empresa estadounidense Dakota Access, está destinado a transportar 470.000 barriles diarios de crudo desde el yacimiento no convencional de Bakken.
La rebelión de los sioux, también conocidos como dakotas, logró paralizar desde septiembre la construcción del tendido, en una batalla a la que se han unido desde abril miles de indígenas de otros pueblos nativos, activistas ambientales y celebridades, no solo de Estados Unidos sino de otras partes del mundo.

El rechazo indígena se centra en el daño que el oleoducto provocaría, según denuncian, a sitios sagrados, a sus territorios y a los cuerpos de agua. Los autodenominados “protectores” de la reserva y las aguas denuncian que el gobierno no negoció el acceso a un territorio en que legalmente tienen jurisdicción absoluta.
Con un campamento instalado en las riberas del río Misuri, donde ondean unas 600 banderas de pueblos indígenas de todo el mundo, resisten la represión que se intensificó desde octubre. En Estados Unidos viven unos 2,63 millones de personas indígenas, de una población cercana a los 325 millones, repartidos en unas 150 tribus.
Esa movilización en el norte estadounidense enriquece luchas similares en América Latina, aseguran dirigentes indígenas.
En el norteño estado mexicano de Sonora, el pueblo yaqui atraviesa por una situación parecida, porque un gasoducto privado también amenaza su territorio.
“No se nos preguntó ni se nos informó. Queremos que se nos consulte, que se respeten nuestros derechos. Estamos en defensa del territorio, del ambiente”, afirmó a IPS el yaqui Plutarco Flores.
En mayo de 2015, en una consulta acorde con sus usos y costumbres, los yaquis, uno de los 54 pueblos originarios mexicanos, rechazaron que el gasoducto pasase por su territorio, pero el gobierno no reconoció la decisión. Ante ello, los yaquis interpusieron un amparo en abril, que mantiene suspendida la construcción.
El tendido, de unos 850 kilómetros, tocará territorio yaqui en una porción de 90 kilómetros, en las inmediaciones de algunas de sus viviendas. En octubre, un enfrentamiento entre personas que respaldan y otras que se oponen al proyecto, dejó un indígena muerto y 14 lesionados.
Para Flores, la lucha indígena contra los megaproyectos se ha convertido en “un paradigma” y movilizaciones como la de Standing Rock “nos inspiran y nos reconfortan”, porque “compartimos patrones culturales”.
También en México, en el norteño estado de Sinaloa, los indígenas rarámuri mantienen desde enero de 2015  frenada la construcción de un gasoducto entre su territorio y el fronterizo estado estadounidense de Texas, sobre el que exigen una consulta libre, previa e informada, como es legalmente obligatorio.
Al contrario de Estados Unidos, los países latinoamericanos han rubricado el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales, que protege sus derechos y obliga a ese tipo de consulta sobre obras que afecten sus territorios.
Pero en muchas ocasiones, denuncian dirigentes indígenas consultados por IPS, ese derecho no se ha trasladado a leyes nacionales o no se cumplen, cuando sus tierras ancestrales son incluidas en obras vinculadas a la actividad hidrocarburifera, minera, hidroeléctrica o de infraestructura.
anto el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas,  como la relatora especial sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, la filipina Victoria Tauli-Corpuz, pidieron en septiembre al gobierno estadounidense consultar a las comunidades perjudicadas por el oleoducto.
“El hecho de no consultar a los pueblos indígenas es una violación a sus derechos. Además, las detenciones que han ocurrido también son una violación al derecho de libre reunión”, enfatizó Tauli-Corpuz a IPS este miércoles 9, en la conclusión de una visita académica a México.
Durante sus tres días en el país, la relatora especial participó en un coloquio internacional sobre derecho a la consulta previa, libre e informada a los pueblos indígenas, promovido por la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Tauli-Corpuz también se entrevistó con representantes de 20 pueblos indígenas mexicanos afectados por gasoductos, hidroeléctricas, carreteras y minas. El gobierno mexicano anunció que invitará oficialmente a la relatora especial en 2017 para que examine el estado de indígenas en México.
La alta funcionaria detalló que una queja recurrente que recibió durante visitas que ha realizado a Brasil, Colombia, Honduras, Panamá y Perú es el irrespeto a la consulta que obliga el Convenio 169 y la inexistencia de esquemas que la garanticen.

“Hubo una consulta mal hecha, simulada. Además, el pueblo no quiere los medidores de consumo de agua, porque tendrán que pagar más por el servicio”, explicó a IPS durante el coloquio la facilitadora jurídica de los maleku, Tatiana Mojica,  que estudia introducir un amparo contra la obra.
Desde septiembre, indígenas sarayaku, de Ecuador, emberá-wounaan, de Panamá, y tacana, de Bolivia, han visitado el campamento sioux contra el oleoducto.
Thomas-Muller aseguró que “tenemos la oportunidad de frenarlo”. “Soy optimista de que seremos victoriosos aquí. Estos movimientos representan el martillo que caerá sobre la infraestructura petrolera en manos de los bancos y las grandes empresas. Queremos que aparezca la voluntad política”, sostuvo.
Los opositores preparan una gran movilización para el 15 de este mes, en el epicentro de la protesta para demandar al gobierno que niegue el permiso al oleoducto de Dakota.
“Esta lucha lleva una secuencia. Estamos firmes de que el gasoducto de Sonora no va a pasar”, aseveró Flores.
Mientras, Mojica sostuvo que “nos estamos uniendo para luchar contra los megaproyectos para que no nos afecten. Estamos haciéndonos escuchar”.
Para Tauli-Corpuz, la oposición a las megaobras es una característica compartida por los grupos ancestrales, “que es un imán que atrae la solidaridad de otros pueblos”.

Por Emilio Godoy
http://www.ipsnoticias.net/2016/11/oposicion-a-oleoducto-en-eeuu-modela-lucha-indigena-americana/

lunes, 28 de noviembre de 2016

El costo de la inacción climática de EEUU sería muy alto.


El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, hizo algunas declaraciones que dan a entender que habría suavizado su posición respecto del cambio climático, dejando a muchos analistas y activistas sin saber qué esperar de este país tanto dentro como fuera de su territorio.
En la reunión que mantuvo con periodistas de The New York Times el martes 22, Trump prometió tener una “mente abierta” en materia de recalentamiento planetario, un cambio respecto de sus anteriores declaraciones sobre que era un “engaño” de China.
Entre las propuestas ambientales de Trump se destaca el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático, el desmantelamiento del Plan de Energía Limpia, que procura reducir las emisiones de gases invernadero del país y el desvío de miles de millones de dólares otorgados a programas climáticos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la industria local de combustibles fósiles.
"La elección de Trump planteó grandes preocupaciones sobre las futuras acciones globales para frenar el cambio climático y ayudar a las personas de los países más pobres y vulnerables a hacer frente a sus devastadores efectos": Andrew Norton.
El presidente electo también anunció el martes su intención de retirar los fondos para investigación y cambio climático de la Administración de la Aeronáutica y del Espacio (NASA). De hecho, Bob Walker, quien encabezará la transición para el nuevo gobierno, consideró que ese trabajo estaba demasiado “politizado”.
“La elección de Trump planteó grandes preocupaciones sobre las futuras acciones globales para frenar el cambio climático y ayudar a las personas de los países más pobres y vulnerables a hacer frente a sus devastadores efectos”, reconoció el director del Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo (IIED), Andrew Norton, en diálogo con IPS.
A fin de mantener el aumento global de la temperatura por debajo de los dos grados centígrados, como se acordó en el Acuerdo de París, Estados Unidos, el segundo mayor emisor de gases contaminantes del mundo, se comprometió a disminuir sus emisiones entre 26 y 28 por ciento para 2025, respecto de las de 2005.
“Los países querían que Estados Unidos se quedara, pero si no lo hace, no se van a detener; hay una especia de mentalidad de ‘estamos juntos en esto y seguiremos adelante y sepan que Estados Unidos volverá en algún momento’”, comentó a IPS el director de estrategia y política de la Unión de Científicos Preocupados, Alden Meyer.
Trump designó al escéptico en cuestiones climáticas Myron Ebell, quien urgió al Senado a rechazar el Acuerdo de París, para encabezar la transición en la Agencia de Protección Ambiental (EPA), una medida desalentadora para activistas locales.
En lo que respecta a la asignación de recursos, la preocupación principal tras la elección de Trump es el Fondo Verde para el Clima (FVC) de la ONU, creado durante la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), realizada en el balneario mexicano de Cancún en 2010, y lanzado al año siguiente.
Las naciones ricas se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares al año para 2020 para ayudar a los países en desarrollo a mitigar y adaptarse al cambio climático.
Estados Unidos prometió 3.000 millones de dólares, alrededor de 30 por ciento de los casi 10.000 millones ya comprometidos, pero hasta ahora el Congreso legislativo solo aprobó 500 millones.
El efecto de esas políticas también se sentirá a escala nacional, como es el caso del Plan de Energía Limpia, que procura reducir la contaminación por el carbón de las centrales de generación eléctrica.
La quema de carbón es la principal fuente de emisiones contaminantes en Estados Unidos y es responsable de numerosas enfermedades respiratorias, de muertes prematuras, así como de la contaminación y la destrucción de importantes recursos naturales.
Desde 2010, casi una tercera parte de las centrales a carbón se fueron retirando de forma gradual, en el marco de la iniciativa de la EPA. Esa política es una de las principales razones de que las emisiones de carbono de Estados Unidos se redujeran 12 por ciento en una década.
Trump también dijo que daría luz verde a megaproyectos de infraestructura, como los controvertidos oleoductos de Keystone XL y el de Dakota Access.
En particular el de Dakota Access, de unos 1.886 kilómetros, es muy criticado a escala local y ha generado una gran resistencia por el riesgo que supone para un territorio indígena, para sus fuentes de agua y por la contaminación que podría generar.
Un grupo de 21 jóvenes de nueve a 20 años presentaron una demanda contra el gobierno estadounidense por no tomar medidas suficientes para frenar el cambio climático, lo que viola su derecho constitucional a la vida, la libertad y la propiedad.
“El gobierno sabe que el cambio climático se produce y que es consecuencia de las emisiones de carbono por lo menos desde 1965; sus acciones en estos años han creado una situación que pone en riesgo el derecho de nuestra generación y la de nuestros hijos a vivir en una sociedad estable que dependa de una clima estable”, explicó el demandante Jacob Lebel, de 19 años, a IPS.
En la demanda se menciona el proyecto Jordan Cove, una planta de gas natural en la bahía de Coos, en el estado de Oregon, que se conectaría con el gasoducto Pacific Connector Gas, de 373 kilómetros, que atravesaría el estado transportando gas natural, constituyéndose en la mayor fuente de emisiones de carbono de ese estado si llegan a construirse.
Si el presidente Barack Obama no llega a un acuerdo con los demandantes antes del traspaso de mando, Trump quedaría involucrado después del 21 de enero en un caso que podría terminar en un juicio.
En la tercera semana de este mes, la jueza de Oregon, Ann Aiken dictaminó que los demandantes tenían argumentos para ir a juicio, al rechazar el pedido del gobierno y de la industria de combustibles fósiles de que desestimara el caso.
“La ONU puede actuar dándole a los jóvenes demandantes una plataforma para presentar su caso a una audiencia global y quizá para inspirar a otros en otras partes del mundo”, observó Lebel.
De hecho, ya se han registrado casos similares. En 2015, un tribunal de La Haya ordenó al gobierno holandés a reducir las emisiones de gases invernadero en 25 por ciento para 2020 a raíz de una demanda presentada por la organización Urgenda, en representación de 900 ciudadanos, acusándolo de no protegerlos del cambio climático.
Actualmente, una coalición de organizaciones de jóvenes, activistas indígenas y Greenpeace demandan al gobierno noruego por su decisión de permitir la exploración petrolera y la perforación en el mar de Barents, acusándolo de violar la Constitución nacional y de amenazar el Acuerdo de París.
En la COP22, realizada entre el 7 y el 18 de este mes en Marrakesh, las elecciones estadounidenses estuvieron presentes cuando los delegados reafirmaron la necesidad de tomar medidas contra el cambio climático y urgieron al presidente electo a mantener los compromisos contraídos por su país.
“Estados Unidos, la segunda potencia económica del mundo y el segundo mayor emisor de gases invernadero, debe respetar los compromisos contraídos”, recordó el presidente de Francia, Francois Hollande.
Por su parte, el primer ministro de Fiyi, Frank Bainimarama, dio un emotivo discurso dirigido a Trump.
“Lo invito formalmente a Fiyi, le mostraremos cómo ya tenemos que desplazar a comunidades enteras por el aumento del mar. El mundo mira a Estados Unidos en busca de liderazgo mientras trabajamos juntos para hacer frente a un desafío que amenaza la supervivencia y el bienestar de nuestro planeta”, señaló.
“Presidente electo Trump, apelo a usted, por el bien de la humanidad, a demostrar ese liderazgo y a unirse a nuestra causa común”, invitó.

http://www.ipsnoticias.net/2016/11/el-costo-de-la-inaccion-climatica-de-eeuu-seria-muy-alto/