miércoles, 1 de noviembre de 2017

La ciudad 10: decálogo para alcanzar la urbe perfecta.


La reducción de las emisiones de carbono, la accesibilidad y la eficiencia en el uso de recursos, algunos de los aspectos a tener en cuenta
Las transformaciones urbanas vienen de la mano de los cambios sociales, el plan de ordenamiento o modelo que se quiere de una ciudad, y desde luego, por sus gentes, los habitantes que día a día intentan poner en orden o, en su caso, esquivar el caos.Con motivo del Día Mundial de las Ciudades, que convoca las Naciones Unidas el 31 de octubre de cada año, desde la Fundación La Casa que Ahorra (FLCQA) nos explican cómo deben ser, qué servicios deben ofrecer y cuál debe ser el camino a seguir para que nuestras ciudades cuenten con espacios confortables, saludables y seguros.
Según los datos aportados por la ONU, el 67% de la población mundial vivirá en una ciudad en 2050, o lo que es lo mismo, dos de cada tres personas residirán en urbes cada vez más envejecidas. En concreto, el 14,4% de la población migrará hacia megaciudades con más de 10 millones de habitantes. Pero, ¿están nuestras urbes preparadas para acoger a tantos habitantes? ¿Cuáles son los principales factores que hacen que podamos vivir en una ciudad 10?
1.Una ciudad baja en carbono
Nadie duda -exceptuando a Donald Trump- que la lucha contra el cambio climático requiere del esfuerzo conjunto tanto de entidades públicas y privadas como de los ciudadanos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan los desórdenes atmosféricos y climáticos.El último informe de la Organización Mundial de la Meteorología (OMM) confirma que la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, causante del cambio climático, aumentó en 2016.Según Albert Grau, gerente de la FLCQA, "en las ciudades se debe prestar especial atención a determinados sectores difusos, como la edificación y la movilidad, en los que resulta clave reducir su consumo energético y las emisiones asociadas, apostando por reducir sus necesidades energéticas, haciendo más eficientes los parques inmobiliario y vehicular, e incrementando el uso de energías de origen renovable".Aunque a partir del 31 de diciembre de 2020 todos los edificios privados que se construyan serán de consumo de energía casi nulo, es clave actuar desde ya para alcanzar ciudades y economías bajas en carbono.
2. Una ciudad saludable
El medio ambiente que nos rodea es un factor determinante para nuestra salud, tanto física como psíquica. Y en este punto, las personas que viven expuestas a la contaminación, en presencia constante de ruidos o en condiciones de temperatura y humedad inadecuadas en el hogar o en su lugar de trabajo pueden ver agravado su estado de salud. Así, según el Colegio Profesional de Administradores de Fincas de Madrid (CAFMadrid), el 40% de las quejas en las comunidades de propietarios proceden del ruido. Un 20% de los vecinos afirma que estas molestias están causadas por otros residentes, un 15% que se debe al deficiente aislamiento que tienen las viviendas y el 5% restante considera que es por instalaciones defectuosas (ascensores o desagües).
3. Una urbe no vulnerable a sufrir pobreza energética
 Para Grau, "las ciudades deben avanzar hacia edificios que faciliten que la energía sea un bien accesible y asequible para todos los ciudadanos, es decir, hacia edificios que no perjudiquen nuestra salud independientemente del nivel de renta". El último estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) evidenciaba que en 2014 el 11% de los hogares españoles era incapaz de mantener su vivienda a una temperatura adecuada en la estación fría del año, una situación íntimamente ligada a la ineficiencia energética de los edificios.
4. Una ciudad segura y resiliente
Uno de los retos de las grandes urbes es conseguir una adecuada protección contra el fuego, especialmente en las viviendas. "Habitar en ciudades cimentadas bajo requisitos exigentes de prevención, siendo compatible con la eficiencia energética y la protección a la presión acústica, aumentará la seguridad y la resiliencia de todos los ciudadanos frente a las graves consecuencias", piensa el gerente de la Fundación La Casa que Ahorra.Los datos aportados por la Asociación Española de Sociedades de Protección Contra Incendios (Tecnifuego-Aespi), cifra en 109 el número de personas fallecidas en vivienda durante 2016. Un aumento del 7% en víctimas mortales y un 20% en intervenciones de bomberos en edificios residenciales.Y es que, "el 90 % de edificios antiguos y el 20% de nueva construcción no dispone de las medidas básicas de seguridad que exigen el Código Técnico de la Edificación (CTE) en los espacios comunes: portal, escaleras, trasteros, garajes, salas de caldera", precisan desde la Asociación.
5. Una ciudad accesible 
"Una ciudad moderna debe ofrecer mecanismos para que todos sus ciudadanos puedan disfrutar de sus servicios de forma plena, propiciando una sociedad igualitaria en oportunidades para todos e inclusiva", considera Grau. No podemos olvidar un efecto como el envejecimiento de la población, por lo que, aseguran desde la FLCQA, debe avanzarse en adecuar los edificios y el entorno urbano de modo que garanticen una accesibilidad sensorial, motriz y cognitiva.Los procesos de rehabilitación y regeneración urbanas deben actuar en la accesibilidad, apostando también por las actuaciones de eficiencia energética que permitirán disfrutar del interior de los espacios habitables, ya que al igual que un hogar no comienza en la puerta de nuestra vivienda sino en el portal de la comunidad, la accesibilidad y la calidad de vida deben ser inclusivas. El próximo 4 de diciembre entrará en vigor el Real Decreto Legislativo 1/2013 que obliga a que todos los edificios, entre ellos residenciales, sean accesibles a personas con discapacidad y, según estimaciones del CAFMadrid, más del 60% de los inmuebles todavía no han ejecutado las obras necesarias para la supresión de barreras arquitectónicas.
6. Una ciudad con un modelo de movilidad sostenible
El gerente de la Fundación La Casa que Ahorra no tiene ninguna duda: "La apuesta por el transporte público, los espacios peatonales o la bicicleta, así como la introducción de alternativas de uso compartido del coche como el carsharing o los vehículos "limpios", son la oportunidad para alcanzar ciudades que dejen de estar diseñadas por y para el coche privado y pasen a ser ciudades hechas para las personas". El urbanismo y la nueva construcción tienen mucho que decir al respecto, donde elementos como el vehículo eléctrico necesitarán de edificios preparados para la generación de energía y la recarga de los mismos. "Pero no nos olvidemos de adaptar lo existente", apostilla Grau. Por el momento, durante 2017 se han matriculado cerca de 8.000 vehículos eléctricos, según la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo Eléctrico (AEDIVE).
7. Una ciudad integrada en su entorno
Una ciudad moderna integrada con su paisaje es uno de los grandes logros a alcanzar. "La integración de elementos naturales en las infraestructuras que componen la ciudad y la aplicación, entre otros, de criterios de arquitectura bioclimática en nuestros edificios, permitirán mejorar la calidad de vida y la biodiversidad urbana", apunta Grau.
8. Una ciudad eficiente en el uso de recursos
Aunque la edificación ha desarrollado un gran potencial en el aprovechamiento de los recursos naturales (energías renovables y aguas pluviales), queda mucho camino por recorrer si queremos avanzar hacia ciudades basadas en una economía circular. Para ello, el gerente de la Fundación La Casa que Ahorra apuesta por erradicar el uso de materiales de origen finito incorporando el reciclado, además de contribuir así a una mejor gestión de los residuos.
9. Una ciudad conectada con sus ciudadanos
Cada vez los ciudadanos demandan canales que les permitan ser parte activa de la planificación del entorno urbano. Según la FLCQA, "las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permiten usar canales que, por un lado, informen en tiempo real sobre la calidad del ambiente urbano y sus servicios y que, por otro, ofrezcan vías de opinión y participación para los ciudadanos".
10. Un urbanismo adecuado
El centro de las grandes capitales se ha convertido en puntos neurálgicos del turismo. Existen incluso mapas urbanos de la "turistificación" o proliferación de pisos turísticos en las ciudades."A falta de una regulación normativa, muchas viviendas se están convirtiendo en hoteles o residencias, con las consecuencias urbanísticas que ello trae consigo, tanto por lo que respecta a la escasa calidad edificatoria para un ocupante temporal no exigente, como de servicios o instalaciones que se requieren", destaca Grau. Circunstancias que llevan a una presión económica con un incremento del precio del alquiler y una mayor población con posibilidad de ser expulsada.La Fundación La Casa Que Ahorra concluye que este decálogo no es una quimera ya que tenemos las herramientas y la capacidad para que nuestras ciudades sean ya así. "La rehabilitación energética de edificios, el uso de materias primas no finitas, las energías renovables, los avances en automoción, la ecoinnovación o la domótica están a nuestro alcance para establecer estrategias y desarrollar planes que avancen hacia ciudades más sostenibles, saludables, confortables, seguras y que, sobre todo, mejoren nuestra calidad de vida", concreta su gerente Albert Grau.

http://www.elmundo.es/economia/vivienda/2017/10/31/59f83e8f268e3ea1758b462f.html



martes, 31 de octubre de 2017

¿Cuál es el origen de la fiesta de Halloween ?


Halloween es una fiesta de origen pagano que se celebra la noche del 31 de octubre, víspera del Día de Todos los Santos, y que tiene sus raíces en el antiguo festival celta conocido como Samhain (pronunciado "sow-in"), que significa "fin del verano" y se celebraba al finalizar de la temporada de cosechas en Irlanda para dar comienzo al "año nuevo celta", coincidiendo con el solsticio de otoño.
Durante esa noche se creía que los espíritus de los difuntos caminaban entre los vivos, y se realizaban fiestas y ritos sagrados que incluían la comunicación con los muertos. Además, era habitual colocar una vela encendida en las ventanas para que los muertos "encontrasen su camino".
Hace más de 2.000 años, la noche de Samhain, los celtas apagaban las luces y esperaban que la muerte no tocara a sus puertas. La cultura celta abarcaba las  islas Británicas, Escandinava y Europa Occidental y esta tradición del Samhain se extendió por todos estos territorios llegando a ser una de las más populares y de hecho podemos decir que a pesar de cierta distorsión se ha mantenido como algo tradicional. La evolución la modificó pero llega a nuestros días a partir de este origen y su desarrollo.
Los druidas, sacerdotes paganos celtas celebraban la noche del Samhain en la que los espíritus volvían a caminar por la tierra, buscando poseer a los vivos. Por eso no se encendía ningún fuego, las casas permanecían frías y oscuras, sus dueños se vestían fúnebremente para evitar la atención de los muertos y de este modo se creía que en la noche de los muertos se podía seguir con vida si se pasaba desapercibido.
Además, así celebraban los celtas el final del verano y el fin de las cosechas y, con ello, el comienzo de un año nuevo. “All Hallows Eve” es el nombre anglosajón que con los siglos se le fue dando a esta particular tradición, la víspera del Día de Todos los Santos, que a través del tiempo y el espacio se deformaría en la palabra “Halloween”.
Cada 31 de Octubre, esta fecha era además  una fiesta dedicada a dos dioses: Morrigan (diosa de la guerra y de la muerte) y Dagda (una deidad secundaria relacionada con la abundancia).

A pesar de su origen tenebroso, quizá lo más curioso de esta celebración no sea su carácter lúgubre, sino la mezcla de rasgos culturales que hoy en día aglutina en una sola fecha las tradiciones de varios pueblos.
Lo cierto es que la influencia de lo pagano y lo cristiano, principalmente, ha degenerado en una celebración que aunque dista bastante del origen que os estamos explicando todavía mantiene esa conexión con el ser una fiesta en la que la muerte está muy presente.
Al conquistar parte de las Islas Británicas, los romanos adquirieron parte de las celebraciones celtas, e incorporaron en su calendario el particular festejo del fin de año celta. Como es reconocido, la Iglesia es en parte una de las instituciones que mejor perpetuó el bagaje cultural de la civilización romana, a través de herramientas como el latín y la escritura.
Tras de las invasiones germanas y la caída de Roma, la Iglesia fue el único reproductor de los antiguos escritos romanos y griegos, que muchas veces fueron adaptados a la fe católica.
Así fue como, en el siglo VII d.C., el papa Bonifacio IV incorporó la antigua tradición celta, que figuraba en el calendario romano y se practicaba en las tierras bretonas, al conjunto de las celebraciones cristianas con el nombre de la víspera del Día de Todos los Santos, en un intento de darle un marco sagrado a la arraigada tradición pagana.
Sin embargo, la celebración de “All Hallows Eve” aún no había dejado de transformarse. Hacia el año 1845, Irlanda experimentó su peor crisis económica y social, en lo que se llamaría más tarde la Gran Hambruna Irlandesa. Millones de irlandeses emigraron a otros países en busca de trabajo, siendo los recientes Estados Unidos de América el principal destino de los exiliados.
Los irlandeses llevaron sus tradiciones, y así fue como All Hallows Eve se convirtió en Halloween. Con la intervención norteamericana, la celebración tomó un cariz mucho más pintoresco, cuando no comercial.
Una de las tradiciones más populares en el Halloween actual es el de ahuecar y tallar una calabaza. El origen real de esta tradición era la de hacer un farol llamado Jack-o-lantern surgido del  folklore irlandés del siglo XVIII. Cuenta la leyenda de esta tradición que Jack era un bebedor, jugador y holgazán que pasaba los días tumbados bajo un roble. En una ocasión se le apareció Satanás para llevarlo al infierno; pero Jack le retó a trepar al roble y, cuando el diablo estuvo en la copa del árbol, talló una cruz en el tronco para impedirle descender. Entonces Jack hizo un trato con el diablo: le permitiría bajar si nunca más volvía a tentarlo con el juego o la bebida.
Cuando Jack murió, sin embargo, no pudo entrar en el cielo debido a sus pecados en vida, y tampoco pudo hacerlo en el infierno por haber engañado al diablo. Con el fin de compensarlo, el diablo le entregó una brasa para iluminar su camino en la noche helada por la que debería vagar hasta el día del Juicio Final. La brasa estaba colocada dentro de una cubeta ahuecada que era un nabo, y que tenía que arder por siempre como un farol.
Es por ello que los irlandeses solían utilizar nabos para fabricar sus “faroles de Jack”, pero cuando los inmigrantes llegaron a Estados Unidos advirtieron que las calabazas eran más abundantes que los nabos.
Es por ello que comenzó la tradición de tallar calabazas para la noche de Halloween y transformarlas en faroles con una vela en su interior. El farol no tenía como objetivo convocar espíritus malignos sino mantenerlos alejados de las personas y de las casas.
En cuanto a la costumbre del “truco o trato” o pedir caramelos de puerta en puerta, surge en 1930 y tiene como origen una práctica que surgió en Europa durante el siglo IX llamada souling, una especie de servicio para las almas. El 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, los cristianos primitivos iban de pueblo en pueblo mendigando “pasteles de difuntos” (soul cakes), que eran trozos de pan con pasas de uva. Cuantos más pasteles recibieran los mendigos, mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma de los parientes muertos de sus benefactores.
En esa época se tiene la creencia de que los muertos permanecían en el limbo durante un período posterior a su fallecimiento y que las oraciones, aunque fueran rezadas por extraños, podían acelerar el ingreso del alma al cielo.
La práctica se trasladó a los  Estados Unidos como un intento de las autoridades por controlar el vandalismo que se producía durante la noche de Halloween. Hacia fines del siglo XIX, algunos sectores de la población consideraban la noche del 31 de octubre como un momento de diversión a costa de los demás, inspirados por la “noche traviesa” (Mischief Night) que formaba parte de la cultura irlandesa y escocesa .y aunque los actos consistían en bromas pesadas como derribar cercos o enjabonar ventanas, acaból derivando en auténticos actos contra personas y animales por no hablar de que tuvo un punto máximo durante la década de 1920 con las masacres perpetradas por los enmascarados del Ku Klux Klan.
Debe hacerse una mención especial a otra celebración americana, tan antigua (incluso más) como la celta que también rinde culto a sus muertos y se desarrolla (nuevamente a través de la intervención eclesiástica) durante estos mismos días.
Se trata del Día de los Muertos, cuyo origen se remonta a las civilizaciones precolombinas y hoy en día se festeja México y otros países centroamericanos.
Mientras tanto, es irónico observar cómo la celebración de Halloween se afianza en varios países de Europa, continente en donde se originó, a través de la globalización. Si bien es cierto que el nuevo orden mundial imperialista impone las costumbres de la metrópoli hacia la periferia, no deja de ser significativo el periplo histórico al que se vio sometida la celebración de la noche del 31 de octubre.
En España Halloween también se celebra gracias a la influencia cultural que  llega constantemente desde Estados Unidos, aunque el 31 de Octubre no es tan célebre como el 1 de Noviembre y que se conoce como el Día de Todos los Santos.
Este Día de Todos los Santos es una tradición católica que se celebra en honor a todos los santos, conocidos y desconocidos del mundo moderno y así poder compensar la  falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles. Es el día en el que se honra a la memoria de los que han muerto.

https://sobrehistoria.com/la-historia-de-halloween/