Después de varios intentos de Gobiernos anteriores, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, y el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, han firmado este lunes un acuerdo con el que se comprometen a limpiar la tierra que permanece contaminada con material nuclear desde hace casi 50 años, en 1966, en Palomares (Almería).
Todavía faltan aclarar, según Margallo, "temas de tratamiento de residuos, compactación, transporte, para en el plazo más breve posible ratificar el acuerdo y ejecutarlo, poniendo en marcha las infraestructuras necesarias" para su traslado terrestre y marítimo a EEUU, ha añadido. La voluntad, según el ministro, "es hacerlo ya, cuanto antes, y que Palomares vuelva a la normalidad que tenía antes de 1966". Esto es lo que pasó entonces:
Los niños Miguel y Alercon Bentille, fotografiados por Getty Images, vieron el choque de dos aviones estadounidenses sobre el cielo de Palomares (Almería) en la mañana del 17 de enero de 1966. Eran un bombardero B-52 y un avión nodriza KC-135 de las Fuerzas Aéreas de EEUU que estaban haciendo una operación rutinaria de repostaje en vuelo, antes de que el B-52 regresase a Estados Unidos. Manolo González, un habitante de Palomares citado por la BBC, también fue testigo del accidente. "Miré hacia arriba y vi esta enorme bola de fuego cayendo del cielo. Los dos aviones se estaban rompiendo en pedazos". Por suerte, nadie del pueblo murió aquella mañana.
La bomba H perdida
Los cuatro tripulantes del avión cisterna estadounidense murieron, igual que tres de los siete del B-52. Por la colisión cayeron cuatro bombas atómicas que transportaba el B-52, tres en la cercanías de Palomares y otra no lejos de Almería. Aunque no hubo explosión (no tenían los detonadores activados), no funcionaron los paracaídas que llevaban integrados, pensados para un aterrizaje suave. Se tardó cuatro meses en terminar de localizarlas todas, porque una de ellas cayó en el mar, a unos ocho kilómetros de la costa. Se inició la que bautizaron como operación flecha perdida. Era plena guerra fría y no solo le interesaba a España y EEUU encontrarla. "El diseño de esas bombas era ultra secreto. Cuando se realizaba la búsqueda había barcos espía soviéticos alrededor", según le contó a la BBC la científica Bárbara Morán, autora de El Día que perdimos la Bomba H.
La limpieza de la zona
Dos de las armas nucleares impactaron en el suelo y sus nueve kilos de combustible nuclear se diseminaron por la zona, en forma de óxidos de plutonio, uranio y americio fundamentalmente. Después del accidente, EEUU invirtió 80 millones de dólares de entonces y se retiraron, en 4.810 bidones, 1.400 toneladas de tierra y restos vegetales que fueron transportados a un almacén nuclear de Carolina del Sur. Poco más ha hecho Washington hasta ahora, aparte de ingresar entre 1997 y 2007 unos tres millones de dólares para vigilar la radiactividad de la zona y de realizar algunos viajes de inspección a la zona, como denunciaba un artículo publicado en El País en 2010.
La propaganda
Ante el miedo a la radiactividad de la bomba perdida, el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga; el que fuera embajador de Estados Unidos en España, Angier Beiddle Duke, el jefe de la región aérea del Estrecho y el presidente entonces de la Agencia Efe, Carlos Sentís, se bañaron en el mar en un intento de demostrar al mundo y a la población local que no había peligro para la salud. Desde entonces el ahora CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) realiza estudios periódicos de radiación y vigilancia.
50.000 metros cúbicos contaminados con plutonio
Según uno de los informes del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) que cita Efe desde 1966, los programas de vigilancia realizados no han mostrado ningún resultado que haga sospechar la existencia de morbilidad inducida por las radiaciones ionizantes y no hay evidencia de patología directamente relacionada con la dispersión de material radiactivo en el medio ambiente. Ecologista en Acción acusó al Gobierno este verano ante la Fiscalía de no haber advertido a los vecinos de la zona de que se estaban removiendo tierras radiactivas, pues hasta 2007 no se valló el área afectada. Según el CIEMAT, quedan 50.000 metros cúbicos por limpiar. Greenpeace ha pedido nuevos estudios en la zona para reevaluar la contaminación, porque según recuerda, los últimos estudios sobre la contaminación en Palomares son de hace una década y los restos radiactivos pueden haber cambiado a consecuencia, por ejemplo, del viento.
http://www.huffingtonpost.es/2015/10/19/palomares-radiactividad_n_8329876.html?ir=Spain
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