miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ni en Oslo ni en Berlin.

Todo lo que pude leer sobre Liu Xiaobo me hace pensar que realmente es un tipo derecho, fiel a sus principios. Un académico chino que redactó y firmó un documento (el llamado "documento 08") reclamando la apertura democrática en China y por eso hoy debe estar tranquilo, pensando, meditando en su agujero-celda del penal de máxima seguridad de Liaoning, en el noreste de China.
Le dieron 11 años por su osadía subversiva y apenas pudo enterarse por una visita excepcional que se le concedió a su esposa, Liu Xia, que fue galardonado con el Nobel de la Paz 2010. El resto de los chinos, tampoco tienen muchas noticias sobre el Nobel o sobre el propio Xiaobo porque el régimen de Pekín se esfuerza, en vano, en esconder al mundo una realidad inocultable.
La silla vacía de Liu en las portadas de los medios del mundo entero es el salivazo en la cara para el régimen opresor de Pekín, que quiere tapar el sol con un dedo.
China impide que Liu participe en la ceremonia de Oslo y será la primera vez que no habrá nadie para aceptar el premio desde 1936, cuando le fue concedido a Carl von Ossietsky, un periodista alemán preso en un campo de concentración nazi.
Curiosamente, este mismo día, la Liga Internacional para los Derechos Humanos entrega su premio anual que, precisamente, lleva el nombre de Carl von Ossietsky.
Tras 18 años en una cárcel israelí, once de ellos en régimen de aislamiento, el técnico nuclear israelí Mordechai Vanunu tampoco puede ir a Berlín a recoger el premio a su lucha por los Derechos Humanos.
Vanunu, que trabajaba en el centro nuclear israelí de Dimona, fue condenado a 18 años de cárcel por revelar, en 1986, por convicciones pacifistas, a un diario británico, el secreto que todos sabemos: que Israel es una potencia nuclear con completos arsenales de destrucción masiva. Poco después fue secuestrado por el Mossad en Roma y encarcelado por "traición y espionaje". Cumplió su condena entera. De los 18 años pasó once en régimen de aislamiento.
El día de abril de 2004 en que salió en libertad, en Aschkelon, llamó a su gobierno a que renunciara al arsenal nuclear y permitiera inspecciones internacionales en el centro nuclear de Dimona, lo mismo que dijo en 1986, y lo mismo que hoy se exige con tanto ruido de Irán.
Desde entonces, Vanunu tiene prohibido abandonar Israel, moverse libremente por su país e incluso mantener contactos con la prensa, bajo pena de cárcel. Seis premios Nobel, entre ellos el escritor alemán Günter Grass, pidieron a Shimón Peres (otro Nobel de la paz) y a Benjamín Netanyahu (uno que jamás lo podría tener) que dejen viajar a Vanunu a Berlín a recoger el premio. Sin resultado.
Mordechai Vanunu en Israel, Liu Xiaobo en China, Aung San Suu Kyi, en Myanmar y la lista puede seguir de largo en Corea del Norte en Cuba, en Rusia, en la base estadounidense de Guantánamo y en decenas y decenas de países donde no se admite más que el discurso oficial y la moral única de quién ejerce el poder.

Martín Sarthou - http://blogs.montevideo.com.uy/sarthou

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