martes, 27 de marzo de 2012

En principio, era la servidumbre.

A Hegel debemos el mito de la confrontación del origen de la humanidad: el vínculo del Amo y el siervo. Es uno de los pensamientos filosóficos más sugerentes sobre la relación política, institucional, administrativa, doméstica, de la condición humana. El siervo y el amo protagonizaron el rompimiento del grado cero de la historia y el inicio de su dialéctica.

En el principio, era la dominación pero también la confrontación sangrienta. El siervo debía abandonar su servidumbre como condición necesaria para iniciar una dialéctica de humanización con nuevos horizontes. Pero el precio tendría que ser alto, solo arriesgando la vida podría humanizarse.

La verdad de la condición existencial se hallaba del lado del siervo, pues el Amo evitaba cualquier riesgo a su dominio. La confrontación a muerte era la única posibilidad. No es el único relato de origen cuya escena sea la confrontación sangrienta. También el relato de Caín y Abel escenifican el origen de confrontación sangrienta de lazo íntimo y filial. Pero lo más significativo es el crimen que da inicio a nuestra era: el asesinato de Cristo. Pero volviendo a Hegel, bajo la amenaza del aniquilamiento, el siervo decide un día, salir de su servidumbre. ¿Por qué los líderes mundiales no han instituido el día internacional de la servidumbre?

Porque ese sería el día en el cual se abriría la modificación de las condiciones discursivas del sometimiento. Arriesgando la vida y el cuerpo que no le pertenecían, el siervo hubo de apropiárselos, aunque no fuese sino para morir como un sujeto humanizado. Desde que se inicia la organización histórica de la esclavitud se posibilitaba al mismo tiempo la posibilidad de la insurrección.

La esclavitud de los animales es sin esperanza de insurrección. Sin conciencia de la subordinación de su existencia el siervo se acerca a la condición de las bestias del rebaño. Sin lenguaje no hay liberación posible. Y ahí tenemos nuestro escenario civilizatorio.

Nuestra especie inicia su recorrido por el mundo desde el mito del origen de la subordinación al Amo, que paradójicamente le da estructura para existir socialmente. Eso explica nuestra dificultad para abandonar el recinto de la codependencia amorosa de la servidumbre voluntaria, hacia nuestros amos y semejantes, los pequeños despóticos allegados, los jefes, los funcionarios en turno, los padres, los tlatuanis, los maestros, la madre todo-poderosa.

Salir de las redes del discurso del amo es incluso una inclinación contraria a la tendencia de la naturaleza social del rebaño familiar, escolar, social. De hecho, es contra la naturaleza del propio origen, de la subordinación histórica al rey, al santo padre, a la iglesia, a los propios padres, la educación recibida, el Estado, la tradición, y las modalidades discursivas e ideológicas de la cultura.

Es el marco referencial para entender la psicopolítica. En este contexto el psicoanálisis nos revela que es el deseo que hacemos propio, la condición necesaria para salir del enfrentamiento permanente contra el amo. La confrontación no es fructífera si no hay posibilidad de interrogar nuestras ataduras de dominio y servidumbre.

En el mito de Hegel hubo entonces un mítico primer día de la historia, cuando el siervo decide, sin conocer el alcance de su acto, la mecánica del movimiento histórico. Si fuera por el amo no habría historia sino una continuidad de dominio permanente, sin síntomas de desobediencia o insubordinación. Algo similar a lo que los defensores del fin de la historia proclamaron con el colapso del la URSS y sus zonas de influencia.

El descarado "triunfo" del proyecto industrial-mercantil de civilización ultra capitalista. De ahí el arte difícil de educar ejecutivos para la servidumbre de los negocios. Ha de hacérseles creer que podrán ser, si se lo proponen, líderes regionales, cuando en realidad pasan a formar parte del andamiaje de la servidumbre gerencial. En cuanto al amo en la antigüedad, conforme los dioses antiguos se desprestigiaban y el nacimiento del nuevo Dios Cristo no tenía todavía lugar, el amo era el Cesar, pero a partir del cristianismo un solo amo tripartito impidió, la proliferación de Amos para concentrarse en los Reyes, el reinado de amos terrenales, que contaban con el apoyo divino.

La función política de Dios consistió en mantener un lugar por encima de cualquier amo incluso con su discurso dogmático. Incluso el Papa se remite a Dios para justificar el dominio antidemocrático del Vaticano. Cuando llegó el capitalismo, la lógica del plus valor ocupó esa función divina de representar el poder absoluto y para ello se hizo laico, sin cortar del todo con su vínculo religioso. Los "amos" se siguen reproduciendo con su misma vocación de dominio, se niegan a someterse a la ley, a las reglas del bien común, y utilizan una simulación de conteo de votos inducidos y programados al que denominan democracia.

Los amos del capitalismo también luchan para no ser gobernados ni alcanzados por la ley. Siendo la del capital la única ley todo poderosa, la progresiva ausencia de normas parece ser la divisa del nuevo proyecto civilizatorio mercantil.

Edwin Sánchez Ausucua