viernes, 11 de septiembre de 2015

El gaucho, del odio a la reivindicación.


Los gauchos fueron detestados en su época, pero hoy su figura se transformó en un símbolo nacional con eventos reivindicativos.
Tienen un gran monumento sobre la avenida 18 de Julio en conmemoración a su legado histórico y fueron pintados por artistas uruguayos de primera línea como Juan Manuel Blanes y Pedro Figari. Los gauchos son hoy un gran símbolo nacional que representa las raíces de Uruguay como nación. Las imágenes de aquellos hombres montando caballos dieron pie a una industria de materas, cueros y grabados que tiene por estos días su zafra de ventas en la Expo Prado, que se desarrolla del 9 al 20 de setiembre. De todos modos, el evento por excelencia que reivindica su figura es la Semana Criolla. Allí, año a año, los jinetes sacan a relucir sus destrezas para las domas de caballos y las imágenes llegan a los hogares de todos los uruguayos a través de los informativos televisivos.
Sin embargo, la visión romántica actual acerca de aquellos amantes de la libertad que poblaron la Banda Oriental desde el siglo XVIII contrasta con lo odiados que fueron en su época.
Los gauchos eran hombres con códigos feroces, dueños de una concepción de vida que rechazaba el acatamiento a cualquier tipo de normas. Lo único que querían era aire libre y carne gorda. Eran detestados no solo por la clase dominante sino también por los propietarios de pequeños establecimientos. Los que trabajaban la tierra en aquella época corrían siempre el riesgo de que apareciera un gaucho y les robara a su mujer si le gustaba. Eran personajes errantes, desposeídos de bienes materiales, que no trabajaban regularmente o nunca lo habían hecho. Solían deambular los campos, gracias a sus enormes destrezas como jinetes.
La historiadora Ana Ribeiro explicó a El Observador que un estudio detallado de los documentos del siglo XIX permite identificar que "gaucho" era una palabra considerada feroz en la época. De hecho, Artigas jamás utilizó ese término para referirse a sus seguidores, justamente porque implicaba una carga negativa. Prefería llamarlos "paisanos".
A medida que pasaban los años el problema que generaban aquellos seres que vivían a campo abierto comenzó a agudizarse, al punto que se habían transformado en un estorbo desde que Uruguay había logrado la independencia. Es que su existencia atentaba contra cualquier intento de modernizar el país. Entonces, las autoridades decidieron tomar medidas para hacer habitable la campaña y aplicaron mano dura.
Hacia 1875, la explotación ganadera comenzó a tecnificarse y aparecieron los alambrados, el gran enemigo de los gauchos. "Latorre y la Asociación Rural, a título de perseguir la vagancia, estimulan una despiadada represión contra los últimos 'hombres sueltos' de la campaña. La ruta indiferenciada de los campos abiertos se cierra para los jinetes sin pago y sin rumbo", aseguró el antropólogo y escritor Daniel Vidart en su libro Uruguayos.
Lorenzo Latorre fue presidente entre 1876 y 1879. El periodista e historiador Lincoln Maiztegui escribió en su libro Orientales que Latorre encarnó el poder como dictador, "con el título de gobernador provisorio". "Al alambrar los campos y hacer respetar la propiedad de la tierra y los ganados, decretó la desaparición histórica del tipo gauchesco", relató. Con su gobierno de carácter militar, Latorre fue un actor protagónico de una época denominada "militarismo". A juicio de Maiztegui, aquellos años transformaron poderosamente al país, "hasta el punto de que no es exagerado afirmar que allí se generó el Uruguay moderno".

Su conversión folclórica

La llegada de la modernidad puso fin a la figura del gaucho. Pasó más de un siglo desde entonces y lo paradojal es que hoy su figura goce de tan buena prensa. ¿Cómo fue que el gaucho pasó del desprecio de su época a la condición de símbolo nacional con la que cuentan en la actualidad?
Algunos historiadores acercan algunas pistas para intentar entenderlo. Ribeiro, por ejemplo, opinó que el homenaje pudo existir gracias a que, por su exterminio, los gauchos habían dejado de ser un problema. Es como si la historia se diera el gusto de hacer un mimo a aquellos hombres que tantos dolores de cabeza causaron en sus tiempos.
Vidart, por su parte, también dedicó algunas líneas a esa curiosa conversión. "En nuestros días el gaucho tiene un expresivo monumento de bronce, a caballo y lanza en mano, en el corazón de la ciudad de Montevideo (...) Generalmente se olvida que, en definitiva, su figura asimétrica, insurgente, por momentos temible, trasuntaba los efectos económicos y sociales del latifundio –colonial, primero, republicano después– sobre los humildes habitantes del campo uruguayo. Pero esta historia que duele es sistemáticamente silenciada por quienes lo convierten en un tipo folclórico, dicharachero, decorativo, casi carnavalesco, sin compromiso alguno con la estructura clasista de la antepasada sociedad rural", escribió Vidart.
El antropólogo agregó que aquellos hombres perseguidos fueron testimonio de una "reiterada injusticia social" que no fue "ni obra de la casualidad ni una humorada de la historia", sino producto de una "economía de tipo colonialista y una leonina repartición de la propiedad de la tierra".
A juicio de Vidart, el halago que desde fines del siglo XX "los hombres de las ciudades" dedican al gaucho tiene mucho de "hipócrita": "Lo promueve a la categoría de forjador de la nacionalidad", escribió el antropólogo. Pero en realidad, en su opinión, las "oligarquías criollas" identificaron que idealizar aquella figura del gaucho era útil para las clases dominantes en su afán de conservar sus privilegios económicos y de hegemonía cultural y política. Así que podría haber varios intereses en juego para acercar una explicación sobre el radical cambio de valoración.
También es cierto que parte de la reivindicación histórica de la figura del gaucho tiene su origen en el aporte de esos hombres en el proceso independentista. Es que los gauchos fueron uno de los brazos ejecutores de aquella gesta, poniendo en juego su vida por causas que no lograba comprender del todo. "El gaucho es el hombre a caballo, dispuesto a jugarlo todo en la gran taba de los combates a lanza, sable, lazo y boleadoras contra las fuerzas imperialistas europeas", escribió Vidart al respecto.
Luego, en las sucesivas guerras civiles que hubo en Uruguay, los gauchos también fueron protagonistas, luchando de un lado y del otro. Seguían a los caudillos, algo así como el sindicato de estos hombres que eran felices a fuerza de tabaco y carne de vaca.
Hoy, en el Uruguay del siglo XXI, no hay lugar para gauchos que anden por ahí, cabalgando a campo abierto y comiendo la carne de vacas ajenas. De todos modos, su monumento resalta en el centro de Montevideo, quizás como símbolo de reconciliación entre aquellos seres salvajes con la ciudad, dejando atrás el profundo odio que despertaban en el siglo XIX.

Por Sebastián Panzl   
 http://www.elobservador.com.uy/el-gaucho-del-odio-la-reivindicacion-n674929