sábado, 6 de junio de 2015

Vivir como los indígenas, de la selva a las montañas.



La historia registra cómo varias decenas de miles de pueblos han sobrevivido y se han desarrollado por cientos, y hasta miles, de años. En la actualidad, varias comunidades tradicionales todavía se autoabastecen, ya sea en selvas, bosques, montañas, desiertos y hasta en regiones árticas.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que más de 370 millones de indígenas viven en 70 países y hablan más de 5.000 lenguas.
“Vivir bien es tener una buena relación con la Madre Tierra y no depender de la dominación ni de la extracción”: Victoria Tauli-Corpuz.
A medida que el desarrollo económico penetra hasta en los rincones más aislados del planeta, muchas comunidades originarias se ven amenazadas, al igual que su estilo de vida.
El avance del progreso significa que se hacen esfuerzos tanto para extraer recursos, vitales para los pueblos indígenas, como para “integrarlos” mediante la introducción de la medicina occidental y de los sistemas educativo y económico a su estilo de vida tradicional.
“Hay dos comunidades no contactadas cerca de mi casa, pero sufren la amenaza de la exploración petrolera”, dijo Moi Enomenga a IPS.
Enomenga es integrante del pueblo waorani o huaorani, un grupo indígena de la Amazonia, que viven en el este de Ecuador, en un área de exploración petrolera. Nadie sabe cuánto tiempo llevaban allí antes del primer encuentro con los europeos, a fines del siglo XVII.
“Para ellos sacar el petróleo de la tierra es como sacarles la sangre del cuerpo”, ejemplificó.
Ecuador ratificó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que les otorga derecho a consulta frente a proyectos de extracción en sus territorios. Pero según organizaciones civiles, la minería y las prospecciones dejan dudas sobre el compromiso del gobierno de hacer cumplir esos derechos, lo que generó varias protestas.
A pesar de su larga historia, las comunidades indígenas diseminadas por el mundo tienen en común el estar bajo intensa presión por adaptarse a un sistema económico globalizado, que les ofrece algunos beneficios pero que usualmente destruye su tierra y su cultura y las convierte en especialmente vulnerables a fenómenos como el cambio climático.
La vida es difícil para las comunidades de montaña, en especial porque el impacto del cambio climático se hace cada vez más evidente, indicó Matthew Tauli, integrante de la comunidad indígena Kankana-ey Igorot, en la región montañosa de Filipinas.
“Necesitamos cosas pequeñas y sencillas, no grandes obras económicas de desarrollo como grandes represas o proyectos de minería”, dijo Tauli a IPS.
Se estima que en Filipinas viven entre 14 y 17 millones de indígenas pertenecientes a 110 grupos etnolingüísticos, que representan casi 17 por ciento de los 98 millones de habitantes.
El estilo de vida tradicional de una gran proporción de indígenas está en riesgo, en especial por el desplazamiento forzado y la destrucción de sus tierras ancestrales, según la ONU.
Protectores de la naturaleza
Como en otras partes del mundo, las comunidades originarias desde Luzón, uno de los tres grandes archipiélagos de Filipinas, a Mindanao, la mayor de las islas del sur, luchan para resistir a las formas destructivas del desarrollo.
Su lucha es similar a la de otras regiones, en especial en países como India, donde viven 107 millones de indígenas en tribus, como se denomina a las comunidades originarias, también llamados localmente adivasis.
“Resistimos los esfuerzos del gobierno de hacernos cultivar y plantar los mismos cultivos en vastas áreas”, relató a IPS el adivasi K. Pandu Dora, del meridional estado indio de Andhra Pradesh.
Ese estado tiene 49 millones de habitantes y, según el censo de 2011, las tribus constituyen 5,3 por ciento de la población total, poco menos de tres millones de personas.
El pueblo de Dora habita en lo alto de la montaña, donde practican la rotación de cultivos en una relación íntima con los ciclos de la naturaleza.
Las tribus vecinas que siguieron el consejo de las autoridades de adoptar métodos agrícolas modernos con fertilizantes químicos y monocultivos están atravesando dificultades, explicó Dora por medio de un traductor.
Con 70 por ciento de las comunidades agrícolas y tribales por debajo de la línea de pobreza, las prácticas agrícolas no sostenibles representan un desastre potencial para millones de personas.
El cambio climático ya causa estragos a la hora de cultivar y cosechar, perturba los ciclos naturales a los que están acostumbradas las comunidades rurales.
A diferencia de los agricultores atrapados en los programas impulsados por le gobierno, la comunidad de Dora respondió aumentando la diversidad de cultivos y confiando en su capacidad de innovación.
“Encontraremos nuestra propia respuesta”, remarcó.
En el continente africano, en la zona seca de Kenia, los pequeños agricultores que dependen de una diversidad de cultivos siguen bien, destacó Patrick Mangu, etnobotánico del Museo Nacional de Nairobi.
“La señora Kimonyi nunca tiene hambre”, dijo Mangu a IPS, al describir el terreno de una hectárea de esta campesina, quien tiene 57 variedades plantadas de cereales, leguminosas, raíces, tubérculos, frutas y hierbas.
La diversidad, principalmente de variedades locales que producen alimento casi todos los días del año, es la que permitió amortiguar el impacto de la sequía para Kimonyi, aseguró.
Casi la mitad de los 44 millones de habitantes de Kenia son pobres, la gran mayoría viven en zonas rurales de las regiones central y occidental del país.
El aprovechamiento de métodos agrícolas tradicionales puede significar una importante mejora en los ingresos, la salud y la seguridad alimentaria en el vasto cinturón agrícola de ese país africano, pero el gobierno todavía debe avanzar en esa dirección.
En el mundo, los bosques mejor protegidos están cuidados por pueblos indígenas, remarcó Estebancio Castro Díaz, de la nación kuna, en el sudeste de Panamá. Por ejemplo, más de 90 por ciento de las selvas controladas por ellos todavía se mantienen.
Pero no sucede así en el resto de ese país centroamericano, que perdió 14 por ciento de su cobertura forestal tan solo entre 1990 y 2010.
“La selva es un supermercado para nosotros, no se trata solo de madera. El control local de los bosques también trae otros beneficios para toda la sociedad”, explico Díaz.
Como los árboles absorben dióxido de carbono, responsable del recalentamiento global, los bosques saludables resultan un instrumento importante en la lucha contra el cambio climático. Las selvas controladas por comunidades locales absorben 37.000 millones de toneladas de CO2 al año, dijo a IPS la relatora especial de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Victoria Tauli-Corpuz.
“En Guatemala, los bosques a cargo de comunidades locales tienen 20 veces menos deforestación que las que gestiona el Estado; en Brasil es 11 veces menos”, observó Tauli-Corpuz.
Pero muchos gobiernos ni reconocen el derecho a la tierra de los pueblos indígenas ni su forma de gestión, añadió.
El problema general cuando se trata del cambio climático, de la pérdida de biodiversidad y de llevar una vida sostenible es que requiere cambiar el actual sistema económico creado para dominar y extraer recursos de la naturaleza, observó Tauli-Corpuz.
“La educación y el conocimiento modernos tratan principalmente de cómo ejercer un mejor dominio sobre la naturaleza. Nunca se trata de cómo vivir en armonía con ella”, apuntó.
“Vivir bien es tener una buena relación con la Madre Tierra y no depender de la dominación ni de la extracción”, resumió.

Por Stephen Leahy
http://www.ipsnoticias.net/2015/05/vivir-como-los-indigenas-de-la-selva-a-las-montanas/

jueves, 4 de junio de 2015

Ceuta, el enclave español donde no se habla de los migrantes.



Unos kilómetros antes de la frontera entre Marruecos y el enclave español de Ceuta, un cartel informa a los transeúntes que este puesto de avanzada de España en suelo africano ocupa un lugar privilegiado para quienes deseen observar la migración anual de las aves por el estrecho de Gibraltar, la ruta más corta de África a Europa.
Pero la población de Ceuta prefiere mantener el silencio y no llamar la atención sobre otro fenómeno que sucede en el enclave. En la frontera misma se erigen enormes vallas para bloquear los intentos diarios de los migrantes africanos que buscan escapar del hambre, la desesperación y, con frecuencia, los conflictos armados en sus países de origen.
Ese silencio se rompió drásticamente a principios de mayo, cuando una máquina de rayos X en la aduana fronteriza detectó a Abu, un niño de ocho años oriundo de Costa de Marfil, dentro de una maleta que su padre pretendía ingresar al enclave español.
Esa es una de las últimas estrategias, más o menos ingeniosas, que utilizan los migrantes agolpados en los bosques marroquíes junto a la frontera española con el fin de traspasar la llamada “fortaleza Europa”.
Ceuta es uno de los principales y escasos “portales” que conducen, desde el norte de África, al territorio de la Unión Europea (UE).
Ese portal ha estado cerrado desde fines de los años 90, cuando las autoridades españolas comenzaron a construir alrededor del enclave dos vallas paralelas de seis metros de altura rematadas con alambre de púas, además de puestos de vigilancia y una calle en el medio de ambas con cabida para las patrullas policiales. Lo mismo sucede en Melilla, el otro enclave español en África.
Aunque no llamen la atención de los medios de comunicación, como ocurrió con Abu, todos los días jóvenes inmigrantes africanos, casi todos entre 15 y 30 años, intentan llegar al territorio español de maneras tanto o más peligrosas que el método elegido por el padre de Abu.
La gran mayoría lo hace por mar, ya que Ceuta está situada en la península Tingitana, en la orilla africana del estrecho de Gibraltar, y está bañada al norte, al este y al sur por el mar Mediterráneo. Principalmente se embarcan en lanchas o escondidos bajo los botes inflables que suelen usar los niños en la playa. En febrero de 2014, 15 africanos murieron tratando de superar la cerca a nado, cuando los guardias fronterizos les dispararon balas de goma en el agua.
Otros intentan cruzar la frontera escondidos en compartimentos secretos bajo automóviles, y algunos incluso tratan de escalar las cercas.
Lo que más llama la atención sobre Ceuta son sus sorprendentes contradicciones. La ciudad, con poco más de 80.000 habitantes en 18,6 kilómetros cuadrados, y orgullosamente española desde 1668, da la impresión de querer vivir como si los migrantes africanos y sus intentos de ingresar al enclave no existieran.
Cuando los medios de comunicación de todo el mundo le dedicaban sus titulares al caso de Abu, la noticia más destacada en la página web de uno de los dos diarios de Ceuta era el resultado de una encuesta de opinión sobre las próximas elecciones administrativas.
El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, donde son alojados todos los migrantes africanos que logran ingresar al enclave, es una estructura enorme que está prácticamente oculta y es imposible de ver desde cualquier lugar de la ciudad o desde las colinas detrás de ella.
El radar funciona en silencio y sin cesar desde la cima del monte Hacho en Ceuta, con el fin de identificar a los migrantes que intentan ingresar al enclave, pero muchos de los habitantes de la zona aseguran que nunca han visto las enormes vallas que se levantan entre las colinas, apenas a cuatro o cinco kilómetros del centro de la ciudad.
El enclave es singular desde el punto de vista demográfico ya que 50 por ciento de la población es marroquí o de origen marroquí.
La población se divide en algo similar a un sistema de castas, firmemente establecido y bastante rígido.
La mayor y más rica de las comunidades es la española, cuyos integrantes suelen ser muy conservadores, religiosos y aferrados a las tradiciones. El conservador Partido Popular gobierna la ciudad desde hace décadas y se opone a todo cambio del statu quo. De esta manera, por ejemplo, el idioma árabe no se enseña en las escuelas.

El segundo grupo es el de la ceutíes marroquíes, integrado por súbditos españoles de origen marroquí o por súbditos marroquíes con residencia y permiso de trabajo.
Algunos de estos ceutíes marroquíes amasaron grandes fortunas gracias al contrabando de mercancías por la frontera, pero muchos más viven en el barrio empobrecido de El Príncipe, donde las fricciones con la población española son ocasionalmente graves.
Este último subgrupo incluye a un pequeño pero importante número de niños apátridas que nacieron en el enclave español de padres marroquíes. Como consecuencia del vencimiento de los permisos de residencia de sus progenitores, estos quedaron en una situación de ilegalidad en el territorio español y no tuvieron la posibilidad de registrar el nacimiento de sus hijos en Marruecos.
Ninguno de estos niños o niñas tienen acceso a la escuela pública, aunque la ley española establece el derecho a la educación de todos los niños en el territorio español, más allá de su nacionalidad o situación jurídica.
El tercer grupo es el de los transfronterizos, los marroquíes que residen mayoritariamente en el lindero pueblo de Fnideq y que cruzan la frontera todos los días para trabajar en Ceuta o comprar y vender productos en el mercado negro. Un acuerdo firmado por los gobiernos de España y Marruecos en la década de 1960 estipula que aquello que una persona pueda cargar sobre sus hombros está exento de derechos de aduana.
Un cuarto grupo es el de los llamados “negros”, la casta de migrantes que la ciudad trata de ignorar, sin tomar en cuenta que son la fuente de sus principales ingresos, los fondos que el Estado español y la UE destinan a las autoridades locales, y que su presencia justifica numerosos puestos de trabajo en los sectores público y de seguridad.
Ceuta es, más que nada, un puesto militar. La cantidad de policías, guardias civiles y soldados que patrullan o simplemente pasan por los pocos caminos del enclave es impresionante, así como el número de ejercicios de entrenamiento militar realizados en el territorio.
El mar está discreta pero constantemente patrullado por las lanchas de goma del ejército y la policía de España y Marruecos.
Aquí, el espectro de la muerte, la muerte de muchas personas que intentan cruzar esta frontera, persiste incluso en el nombre de la montaña marroquí más cercana a Ceuta, Jebel Musa, también conocida como Mujer Muerta.

Por Andrea Pettrachin
http://www.ipsnoticias.net/2015/06/ceuta-el-enclave-espanol-donde-no-se-habla-de-los-migrantes/

miércoles, 3 de junio de 2015

Los chimpancés ‘claves’ para conocer el origen de la cocina .



Un nuevo estudio sugiere que la capacidad cognitiva de los seres humanos para cocinar también la tienen los chimpancés. Con las herramientas precisas, serían capaces de hacerlo.
Esto incluye una preferencia por los alimentos cocinados, la capacidad de comprender la transformación de los alimentos crudos en cocinados e, incluso, la posibilidad de guardar y transportar alimentos desde la distancia con el propósito de cocinarlos.
Los hallazgos, que se revelan en una artículo publicado en la edición de este miércoles de 'Proceedings of the Royal Society B', sugieren que esas habilidades surgieron temprano en la evolución humana y que, aparte de control del fuego, los chimpancés pueden poseer todas las habilidades cognitivas necesarias para participar en la cocina.
"Cuándo surgió la cocina en la evolución humana es una pregunta importante. Pensamos que una manera de llegar a esta cuestión es investigar si los chimpancés, en principio, tienen las capacidades cognitivas esenciales para cocinar. Si nuestro pariente evolutivo más cercano posee estas habilidades, sugiere que una vez que los primeros seres humanos fueron capaces de utilizar y controlar el fuego también podrían utilizarlo para cocinar", afirma Felix Warneken, profesor asociado de Ciencias Sociales en la Universidad de Yale, Estados Unidos.
Una serie de estudios anteriores, en particular los dirigidos por Richard Wrangham, profesor de Antropología Biológica y conservador de Biología del Comportamiento Primate en el Museo Peabody de Arqueología y Etnología, han planteado la hipótesis de que la cocina juega un papel clave en la evolución humana haciendo los alimentos más fáciles de digerir y permitiendo a los primeros seres humanos extraer más energía de su dieta.
Sin embargo, al tratar de comprender los orígenes evolutivos de la cocina, los estudios anteriores se centraron en gran medida en lo que es claramente un aspecto crítico de la cocina, el control del fuego. Ahora, Warneken y y Alexandra Rosati, compañera post-doctoral en el Departamento de Psicología de la Universidad de Yale, decidieron abordar la cuestión desde una dirección alternativa.
"La gente se centran en el control del fuego, porque eso parece muy sobresaliente, pero incluso teniendo un palo con fuego, se requiere varios otros puntos de vista antes de que usarlo para cocinar --señala Rosati--. Obviamente, los chimpancés no pueden controlar el fuego, pero se trata de una hipótesis sobre algunos de los otros aspectos de la cocina, como la comprensión causal que si pones este alimento crudo en el fuego se crean alimentos cocinados, o en el extremo de nuestro estudio, la capacidad de planificar".
"Lo que es particularmente interesante acerca de la cocina es que es algo que todos hacemos, pero se trata de una serie de capacidades que, incluso sin el contexto de la cocción, se cree que son exclusivamente humanas. Por eso hemos querido estudiar esto en los chimpancés", añade.
Para llegar a esas preguntas, Warneken y Rosati viajaron en el verano de 2011 al Santuario de Chimpancés Tchimpounga del Instituto Jane Goodall en la República del Congo, donde llevaron a cabo una serie de experimentos con chimpancés salvajes para probar si eran capaces de dar mentalmente los saltos necesarios para cocinar.
Sus primeras pruebas se centraron en replicar los resultados de otros estudios: demostrron que el chimpancés prefirió la batata que habían sido "cocinada" -- colocada en una sartén caliente, sin mantequilla o aceite, durnte un minuto-- que cruda, y que los chimpancés estaban más dispuestos a pagar un coste temporal, en forma de una espera de un minuto de duración, para obtener el alimento cocinado.
Pruebas posteriores perseguían medir si los chimpancés realmente comprendieron la transformación de alimentos crudos a cocidos y si estaban espontáneamente tratando de "cocinar" los productos. Para ello, presentaron a los chimpancés dos dispositivos: un "dispositivo de cocción" que convirtió trozos de batata crudos en cocinados y un dispositivo de control que los dejó sin cambios.
Durante la prueba, los chimpancés vio la batata cruda transformarse en ambos, pero tuvieron elegir un dispositivo antes de ver su contenido. Warneken y Rosati explican que casi cada chimpancé optó por el dispositivo de cocción, lo que sugiere que rápidamente comprendieron la transformación que realizaba. Sin embargo, fue el último experimento el que realmente reveló la capacidad de los chimpancés para cocinar.
"Nos preguntamos si podrían ser capaces de aferrarse a la recompensa y seleccionar activamente poner la comida en el dispositivo de cocción", relata Warneken. "Eso es muy difícil, porque, por lo general, cuando los chimpancés tienen comida, comen", subraya.
"Pensé que no habría manera de que hicieran eso --añade Rosati--. Hay una gran cantidad de investigación que dice que los animales tienen problemas con el autocontrol cuando se trata de poseer comida, pero estuvimos en el santuario unos pocos días, así que decidimos probarlo".
Para su sorpresa, según reconoció esta experta, numerosos chimpancés, cuando recibieron un trozo de batata cruda, optaron esencialmente por cocinarla colocándola en el "dispositivo de cocción" y, a cambio, recibir una pieza cocinada de los alimentos.
"La primera vez que uno de los chimpancés hizo esto, me quedé asombrada", recuerda Rosati. "Realmente no lo había previsto. Cuando uno de ellos lo hizo, pensamos que quizás ese chimpancé era un genio, pero con el tiempo alrededor de la mitad de ellos lo hizo", destaca.
El sorprendente resultado dejó a Warneken y Rosati con una serie de preguntas adicionales que tendrían que esperar hasta que regresaron al Congo el verano siguiente, como por ejemplo, si la comprensión del proceso de cocción se extendía a otros alimentos.
Los chimpancés hicieron lo mismo con las zanahorias, con el añadido de que ellos nunca vieron que los investigadores ponían también la zanahoria en el dispositivo pero fueron capaces de generealizar ese proceso. Además, cuando se les dio una patata y un trozo de madera, sólo colocaron la patata en el dispositivo de cocción, lo que indica que entendían que sólo se pueden cocinar los elementos comestibles.
En los dos últimos experimentos, Warneken y Rosati se centraron en una de las cuestiones actuales más acuciantes en la cognición animal, si los animales son capaces de planificar el futuro. Aunque un puñado de estudios han sugerido que los chimpancés pueden guardar herramientas para su uso posterior, "esos estudios son muy diferentes de la cocina", según Rosati.
No obstante, los chimpancés estaban dispuestos a transportar alimentos por la oportunidad de cocinarlos. Cuando se les administraron trozos de patata cruda en un lado de un recinto, varios chimpancés mostraron una buena voluntad para llevarlas a cuatro metros, donde el dispositivo de cocción.
"En algunos casos, en realidad lo llevaron en su boca, y se podía ver que a veces se lo comían, casi por accidente --describe Rosati--. Éste fue un problema difícil, por lo que eran menos propensos a ponerlo en el dispositivo de cocción si tenían que llevarlo, pero lo consiguieron la mitad del tiempo, por lo que fueron capaces de hacerlo".
Para probar si los chimpancés ahorrarían alimentos en previsión de la cocción más tarde, a lo largo de varios ensayos, se les dio comida, pero pusieron a su alcance el dispositivo de cocción sólo tres minutos más tarde. Para su sorpresa, Warneken y Rosati informan de que varios de los chimpancés fueron capaces de realizar la tarea, y dos guardaron casi cada pedazo de alimento crudo que se les dio para cocinarlo después.

http://www.ecoticias.com/naturaleza/104034/los-chimpances-claves-para-conocer-el-origen-de-la-cocina

domingo, 31 de mayo de 2015

Cambio climático y pesticidas están matando a las abejas silvestres.



Los datos son alarmantes, solo este año apicultores han perdido el 40% de sus colmenas y las abejas silvestres sufren el mismo problema, según reciente informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) financiado por la Comisión Europea El 9,2 % de las abejas silvestres europeas afronta el riesgo de desaparecer, junto a un 5,2 % que probablemente correrá la misma suerte en un futuro próximo, según el estudio, que por primera vez aporta información de los 1.965 tipos de ese insecto que existen en el continente
Las abejas continúan desapareciendo: en sólo un año apicultores pierden el 40% de sus colmenas.
Aunque no se tienen estudios específicos para nuestro continente los datos de seguro son similares o peores.
Pese a la falta de estadísticas, los investigadores insisten en que las abejas silvestres siguen siendo esenciales para los ecosistemas y la fertilidad de los suelos, ya que, al igual que otros insectos, permiten el intercambio de polen entre las flores. De hecho, contribuyen a la polinización de cultivos que representan el 35 % de la producción agrícola mundial.
Además de la intrincada relación entre la polinización y el cambio climático, los especialistas citan otros factores como el efecto de ciertos pesticidas, la agricultura intensiva o la pérdida de hábitats.
Esos seres están sufriendo con las altas temperaturas que cada vez aparecen antes o varias veces en el invierno y les dan una falsa alarma, alterando su función polinizadora como si ya estuvieran en primavera.
También se arriesgan a perder su sentido de la orientación, su comunicación con otros miembros de su especie o su capacidad de alimentar a su familia al absorber sustancias químicas procedentes de pesticidas.
Los insecticidas son otra de las mayores amenazas, que ya hace unos años dañaron al menos la mitad de las colmenas en Italia, por lo que los apicultores piden que se restrinja su uso definitivamente y no solo con medidas temporales.
Y más allá de esas reivindicaciones, siempre se puede optar por la más simple recomendación de los expertos: plantar flores en los jardines, ya sea en el campo o la ciudad, para dar vida a esos pequeños seres.

http://diarioecologia.com/preocupante-cambio-climatico-y-pesticidas-estan-matando-a-las-abejas-silvestres/