domingo, 25 de mayo de 2014

Semillas y autonomía campesina .


Los campesinos (nos referimos con este término a todas las personas –hombres y mujeres– que producen alimentos) son los primeros en contribuir a la diversidad bio- lógica. Los campesinos conservan, renuevan y seleccionan las variedades vegetales y las razas animales únicamente en el seno de los sistemas sociales, económicos y cultura- les en los que desarrollan sus producciones. Los campesinos no conciben poseer la vida. Los derechos de los campesinos son lo contrario a un derecho individual de pro- piedad intelectual sobre un ser vivo, al que no podrían reducirse. Los derechos de los campesinos atañen no solo a los recursos genéticos vegetales sino también al conjunto de sistemas de intercambio, incluida la tierra, el agua, los animales, el conocimiento, entre otros. Se trata de derechos colectivos relativos al acceso a los recursos y al uso que hacen de ellos, y han sido reconocidos como tal hasta la imposición en los años 50, como modelo único de referencia, de la reciente agricultura industrial. Los campesinos no pueden aportar su indispensable contribución a la conserva- ción y a la renovación de la diversidad biológica sin el reconocimiento y el respeto de sus derechos a resembrar, conservar, proteger, intercambiar y vender sus semillas. También deben poder acceder libremente a los recursos genéticos de las plantas que cultivan. Las semillas producidas en las fincas y sus intercambios informales son la base de esta contribución. Lamentablemente, esta práctica milenaria está ahora prohibi- da en muchos países por causa de la aplicación de marcos reglamentarios internacionales cada vez más restrictivos. Para los campesinos que cultivan la diversidad biológica, es imperativo elaborar una estrategia global para identificar los espacios institucionales internacionales en los que sus organizaciones, que primero son locales y territoriales, podrían participar en la definición y aplicación de normas y leyes internacionales que determinen el acceso a los recursos genéticos.


Todas las semillas industriales actuales se han originado, directa o indirectamente, de semillas campesinas seleccionadas y conservadas por cientos de generaciones de agricultores. La industria de las semillas las ha normalizado, cruzado o manipulado, pero sigue siendo incapaz de crear nuevas variedades sin utilizar como base las semillas campesinas. Esto explica la estrategia de este sector, muy concentrado3, que busca reunir el máximo de tipos de semillas y conservarlas en grandes bancos de semillas. Los países ricos del norte y el Banco Mundial, que gobiernan con las fundaciones privadas los centros internacionales de investigación agrícola del GCIAI4, han creado bancos de semillas. Para asegurar su acceso gratuito a los campos de los campesinos, en el sur y en el norte, de los que se obtienen todas estas semillas, han debido garantizar el carácter público de estos bancos. En paralelo, la industria de las semillas ha estado extrayendo material de esta reserva "pública" para crear sus propios bancos de semillas totalmente privados.

Alternativas y resistencia a políticas que generan hambre

La evolución reciente de la ingeniería genética permite ahora al sector de las semillas interesarse más por los genes que por las plantas. Habida cuenta de su utilidad ahora reducida, en comparación con las bases de datos de las secuencias genéticas, los bancos de semillas públicos desaparecen en los países del sur (por falta de finan- ciación y voluntad política, cuando no son saqueados por guerras) mientras que los bancos de los países ricos del norte se privatizan cada vez más. Los genes, una vez modificados o simplemente descritos, se surten de patentes que privatizan y obs- taculizan su difusión. De hecho, el sistema industrial de las semillas se basa en la prohibición de los derechos colectivos de los agricultores de utilizar, intercambiar y vender sus semillas, así como en la confiscación y posterior erradicación de las semillas campesinas en beneficio de las nuevas variedades industriales controladas por Certificados de Obtención Vegetal (COV)5, a los que se añaden en la actualidad una o varias patentes. Este sistema no destruye solamente sus propios recursos, sino también la única alternativa para salir de los atolladeros en los que se encuentra atrapado: la dependencia de insumos químicos y de energías fósiles y la mayor vulne- rabilidad frente a la amplificación de las crisis económicas, ambientales y climáticas. Además, una semilla patentada puede provocar en cualquier momento una contaminación en las fincas de los campesinos (véase el caso del maíz autóctono en México6). ¡Se acusa a los campesinos de violar los derechos de propiedad intelectual de la industria cada vez que reproducen sus propias variedades locales contaminadas! Otra estrategia del sector privado para suprimir la competencia de las semillas campesinas es la aplicación de los nuevos reglamentos europeos. Dichos reglamentos tienen como objetivo reemplazar la barrera del acceso al mercado que supone hoy el Catalogo de Variedades7 por barreras medioambientales y sanitarias, mediante el establecimiento de normas de bioseguridad y la privatización de los controles. Será ex- tremadamente difícil para las pequeñas empresas de semillas o para los agricultores a pequeña escala lograr que sus actividades estén en conformidad con estas nuevas normas y se verán de hecho excluidos de toda posibilidad de producir, intercambiar y comercializar sus semillas.

EL RENACIMIENTO DE LAS SEMILLAS CAMPESINAS

Las semillas campesinas son seleccionadas y conservadas in situ en las condiciones de cultivo de los agricultores. Son indispensables para renovar constantemente la adaptación local, la diversidad y la variabilidad. Son las únicas que favorecen la resi- liencia de los cultivos en condiciones cada vez más caóticas debidas en parte a los cambios en el clima. Los campesinos no pueden seleccionar las nuevas variedades que necesitan utilizando las semillas modernas, normalizadas y genéticamente manipuladas por la industria. Solo sus variedades locales tradicionales constituyen una buena base de selección. Sin embargo, en los numerosos países en que han desaparecido de los campos, los campesinos tienen cada vez más dificultades para tener acceso a los bancos de genes en los que están encerradas. Antes de que este acceso se privatice y prohíba definitivamente, es indispensable apoyar y hacer renacer una multitud de sistemas de semillas territorializados y gestionados localmente por los campesinos y las comu- nidades. Aún si la industria y el sector financiero aparecen cada vez más como actores importantes a tener en cuenta, podemos constatar que el sector privado no tiene todavía suficiente fuerza para imponer sus leyes únicamente a través del mercado;

Desde los acuerdos de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV) de 1991, el COV prohíbe o grava las semillas producidas por los campesinos en sus campos. El catálogo oficial de especies y variedades vegetales cataloga las especies y variedades agrícolas importantes económicamente (incluidas las variedades hortícolas, frutales y ciertas plantas con vocaciones ambientales u ornamentales como el césped) que pueden ser comercializadas como "semillas" por la industria de las semillas o los comerciantes.

OBSERVATORIO DEL DERECHO A LA ALIMENTACIóN y A LA NUTRICIóN 2013

Requiere políticas públicas que protejan sus intereses mediante legislaciones que le sean favorables, como las que se basan en los derechos de propiedad intelectual (DPI) sobre las semillas. Por tanto, toda estrategia sobre la gobernanza global de las organizaciones campesinas debe tener en cuenta el seguimiento de las negociaciones de políticas públicas sobre la diversidad biológica agrícola y crear un cabildeo eficaz para mantener un control sobre las acciones de la industria.

EL NUEVO MARCO LEGAL IMPUESTO POR LA INDUSTRIA

Las respuestas exclusivamente genéticas a las cuestiones ambientales y sanitarias (tolerancia a los herbicidas, resistencia a los patógenos y a los climas adversos, etc.) son malas respuestas a problemas que son agronómicos antes que genéticos. Sin embargo, son estas las respuestas que contempla la nueva reglamentación del comercio de semillas. Se observa esta tendencia especialmente en la renovación del marco reglamenta- rio de la Unión Europea (UE) sobre semillas. La UE desempeña un papel fundamental en la gobernanza global de los recursos genéticos para la agricultura y la alimentación. Por ejemplo, utiliza los acuerdos de "cooperación" para influir en las legislaciones sobre semillas de los países en desarrollo (ver las legislaciones sobre semillas de varios países en África y Asia) y desempeña un papel importante en la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV) y en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI9). Las nuevas leyes en discusión no dejan espacio alguno para la existencia de variedades campesinas, que solo se toleran en un marco de investigación o de redes de agricultores controladas por bancos de genes. Estas normas ya inscritas en los acuerdos de libre comercio (por ejemplo, el acuerdo entre Europa y Canadá10), serán pronto impuestas a todo el planeta, negando para siempre la posibilidad de construir una legislación apropiada para la salvaguardia de los derechos de las campesinas y campesinos sobre las semillas.

http://www.viacampesina.org/es/index.php/publicaciones-mainmenu-30