Una "favelización" a la uruguaya.
La medida no deja de ser polémica. Sobre todo proviniendo de un gobierno de izquierda. Pero la decisión del Ministerio del Interior de lanzar "operativos de saturación" en zonas conflictivas de Montevideo representa la primera muestra real de que el gobierno ha decidido tener una actitud más activa en el combate al delito. Y, más allá de los magros resultados en requisas y procesamientos, y la discutible legalidad de algunas detenciones "al voleo", la reacción de los vecinos parece positiva. Aunque más no sea como una forma de mostrar la presencia del Estado en zonas que ya lucen peligrosamente parecidas a guetos liberados para criminales.
El ministro Bonomi alertaba del fenómeno hace poco. "Se está dando un proceso de feudalización en barrios de Montevideo y el litoral, donde la delincuencia busca correr a la Policía". Ese incipiente fenómeno se explica por dos factores fundamentales; el crecimiento de los asentamientos irregulares, y la explosión del consumo de pasta base.
Es que con sus callejuelas y pasajes estrechos, la alta marginación e informalidad, tasas de natalidad que triplican al resto de la sociedad, los asentamientos son el caldo de cultivo perfecto para crear estos guetos delictivos. Barrios en los que una minoría de malvivientes, ante la ausencia del Estado, termina imponiendo su voluntad a una mayoría de población honesta y trabajadora
Pero ¿cuál es la magnitud y extensión de este fenómeno? ¿Cuáles son las causas de su expansión? ¿Qué se hace para enfrentarlo?
En Uruguay hay unas 260 mil personas que viven en asentamientos irregulares. Un fenómeno que tuvo su pico en la década de los 90, motivado por los altos precios de las viviendas, las dificultades del mercado formal de alquileres, y las crisis económicas. Sin embargo, el mismo no se ha visto resentido por el aura de prosperidad actual. Según datos oficiales, entre 2008 y 2010 se construyeron 3 mil nuevas viviendas en asentamientos, a un ritmo de cuatro por día.
Casi el 60% de los asentamientos se encuentra en Montevideo, y lejos de la percepción popular un 78% de las viviendas allí existentes son construidas con materiales sólidos, como bloques y ladrillos. Se trata de un mercado de vivienda paralelo que en 2008 se calculaba que movía más de 25 millones de dólares por año. Un estudio de la ONG "Un techo para mi país" revela otros datos que dan una idea del panorama de marginalidad allí existente. Más de la mitad de los asentamientos está construido en terrenos públicos, el 56% de los hogares está "colgado" a la luz. Solo el 70% accede al agua potable, y un 14% tiene saneamiento. Otro dato revelador es que para los pobladores la seguridad es la principal preocupación, ya que en la gran mayoría de los mismos la comisaría más cercana se ubica a más de 10 cuadras de distancia.
En una entrevista el año pasado con el suplemento Economía y Mercado, el arquitecto Federico Bervejillo, experto en desarrollo urbano, hablaba sin medias tintas de un "proceso de favelización" en el área metropolitana. Al punto que, sostenía, Montevideo es hoy tres ciudades en una. La primera en la faja costera, donde se aglutina la clase media, otra intermedia y de mayor integración social (Cerro, La Teja, Unión, etc.), y una "tercera ciudad" que concentra cada vez más la pobreza, y abarca las áreas en las que predominan asentamientos irregulares y algunos barrios que viven un proceso de decadencia. Estas zonas, afirmaba el experto, "están marcadas por el alto dinamismo demográfico que contrasta con las carencias de servicios, y otros factores como la influencia del narcotráfico, la inseguridad y la pérdida de la calle como un espacio público confiable". Un dato interesante que marcaba Bervejillo, y que va contra muchos preconceptos, es que la población de los asentamientos está aumentando más por los nacimientos que por la afluencia de migraciones. Y que el crecimiento demográfico en la capital se da principalmente en esas zonas periféricas. Algo que explica en gran medida lo que algunos dan en llamar el "proceso de infantilización de la pobreza" que vive Uruguay, donde un porcentaje altísimo de los niños nace en los hogares más carenciados. Dato que pinta un panorama aun más complejo para el futuro.
Otro tema interesante es que el clientelismo político no ha estado ausente en la proliferación de asentamientos. Hay estudios que muestran que las tomas de terrenos aumentan en períodos electorales, y que hay redes políticas que son funcionales a esas tomas al transmitir información sobre qué predios son municipales o cuáles no están al día con los tributos.
Una cosa es clara. No todos los asentamientos son "zonas rojas", pero casi todas las "zonas rojas" están en asentamientos. Eso genera un doble problema para la gente que allí vive, ya que además de soportar las condiciones de marginalización social y espacial, deben convivir con núcleos de delincuentes que se amparan en la ausencia del Estado. Por otra parte, el imparable crecimiento de estos barrios, pese a la mejora de la economía, a los millones invertidos y a las decenas de programas existentes para su regularización, deja en claro que algo no se está haciendo bien. Y que si no se rectifica el camino, el panorama a futuro que este fenómeno augura para la sociedad uruguaya no parece muy auspicioso.
La cifra.
En el año 2010 había 256.958 uruguayos viviendo en asentamientos irregulares, 5 mil más que en el 2008.
La frase.
"Se está dando un proceso de feudalización en el país y en particular en barrios de Montevideo y en el litoral, donde la delincuencia busca correr a la Policía". (Ministro Eduardo Bonomi).
El dato.
Un 21,4% de quienes viven en asentamientos utiliza habitualmente internet.
El País Digital
Martín Aguirre
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