domingo, 4 de marzo de 2012

La migración es la búsqueda de la dignidad.


José Leal, de 61 años, nunca pregunta a nadie de dónde es. Esa pregunta se la ha prohibido. Él mismo, especialista en migración y salud mental, no lo tiene muy claro. Nació en Andalucía, vive en Cataluña y se siente un poquito de cada país que ha visitado.


¿En qué momento la añoranza se convierte en una patología?

—Siempre hay un sufrimiento psíquico por el abandono y alejamiento del hogar. El problema aparece no tanto por el dolor del pasado sino por el dolor del futuro. Salvo que haya una patología previa emigrar no tiene que generar ningún conflicto. Es humano y normal. Desde la expulsión de Adán y Eva del paraíso estamos emigrando. El momento en que decimos que hay una patología psíquica es cuando el duelo es muy intenso y está ocasionado por el cierre del futuro.

—¿Cuándo hay un problema?
—La desilusión, el retraimiento, la falta de estímulos y de relación están relacionados con la pérdida del pasado. Luego están los brotes psicóticos graves, que son muy evidentes, pero para que se produzcan hace falta una fragilidad y una alta vulnerabilidad.

—¿Duele más no tener un futuro claro que dejar el hogar?
—Sí, es en lo que trabajo. Muchos somos inmigrantes y claro que añoras lo que dejas atrás, pero si puedes ofrecer a aquellos que has dejado recursos, apoyo, éxito, que puedan decir que has triunfado, eso resuelve el duelo. Por eso hablamos de identidad, que no es solo el pasado, también es el futuro. Somos como árboles. Tenemos raíces, tallo y hojas. Las raíces las echamos en un sitio, pero luego nos vamos trasplantando. Corredor Matheos, un poeta, dice que es un árbol en busca de raíces. La identidad también nos la da el futuro, cuando vas imaginando que vas a llegar a un país, ganar dinero, tener tu casa, casarte y volver a tu país con un coche y que la familia valore el esfuerzo. Migrar implica fortaleza. Hay que ser muy fuerte para tomar esa decisión.

—Parece una cuestión de éxito o fracaso.
—Sí, de éxito o fracaso de un proyecto. La migración es un proyecto desencadenado porque las circunstancias en las que uno está le parecen insoportables. La migración es la búsqueda de la dignidad. Si no tienes trabajo ni cómo vivir es normal que lo busques. Hablamos de éxito en el sentido de vivir mejor. Con la globalización todo el mundo sabe cómo se vive en otros lugares. En Marruecos, en los años 80, acampado en una playa del Rif, los marroquíes veían por la noche en la tele ‘El precio justo’. Alucinaban al ver que regalaban un coche solo por acertar cuánto valía. Emigrar es un proceso creativo.

—¿Hace falta imaginación?
—La imaginación, la ilusión, es un motor. Otra cosa es lo ilusorio. Los procesos migratorios son proyectos familiares. Hay familias que pagan a sus hijos para que emigren.

—¿Qué problemas mentales desencadena una migración mal resuelta?
—Más que una migración mal resuelta deberíamos hablar de una acogida mal planteada. La migración es un proceso bidireccional. El que llega a un sitio debe ser acogido, pero él también debe acoger a los otros. Si uno está anclado al pasado, no puede encontrarse con el otro. El riesgo de patologías puede deberse tanto a las condiciones difíciles de soportar como al rechazo o la falta de vivienda y de trabajo, como a que uno no esté dispuesto a recibir del otro. Es más interesante la interculturalidad que la multiculturalidad, porque inplica intercambio y mezcla.

—¿Pero en qué problemas deriva?
—El sufrimiento psíquico no es una enfermedad mental. Puedo estar triste porque me acuerdo de mi madre o de mal humor porque el vecino me ha dicho que soy un suramericano inaceptable. Hablamos de patología cuando eso limita la capacidad de desarrollo. Pueden ser problemas menores: pérdida de la ilusión, decaimiento y trastornos psicosomáticos como dolor de estómago o problemas respiratorios. También mayores, trastornos psicóticos, delirios y alucinaciones.

—¿Suelen acudir al médico?
—No. Muchas veces temen no ser entendidos y otras no van porque no tienen papeles y esa población es especialmente vulnerable. Tienen miedo de que los detengan y los expulsen.

—Muchas comunidades están retirando la atención sanitaria no urgente a los inmigrantes sin recursos.
—Eso es atentar contra los derechos humanos y la dignidad. Están aquí y hay que atenderlos. Y los niños tienen que ir a la escuela. Está reconocido por la ley. No sé qué pretenden con esas medidas porque la gente no se va a ir porque allá donde vayan estarán peor que aquí. No son tiempos buenos para la solidaridad. También hay un rechazo de la población cuando hay una concentración de inmigrantes. Se les suponen todos los males. Es más fácil ver el enemigo fuera que pensar que está entre nosotros.

—A veces al inmigrante le cuesta integrarse.
—Siempre recuerdo la letra de la canción ‘El inmigrante’, de Juanito Valderrama: soy un pobre inmigrante y traigo a esta tierra extraña en mi pecho un estandarte. Eso no es una declaración de paz. El inmigrante violenta la cultura.

—¿Volver al lugar de origen genera un problema de identidad?
—Cuando uno ha emigrado, ya no es del todo de ningún sitio. Cuando voy a Andalucía, con todo el cariño del mundo, me dicen «ya está aquí el catalán». Cuando vuelves tienes otras claves, has incorporado cosas y hay otras del lugar de origen que ya no las sientes. Una vez que has emigrado eres otro.

—¿Migrar no tiene vuelta atrás?
—No. Una vez que te has imaginado de otro modo ya no eres el mismo. Migrar es precisamente ser otro. Es importante integrar lo antiguo, porque hay inmigrantes que desprecian el origen. En Cataluña he visto gente, por ejemplo, que rechazaba el pueblo. Luego vi que lo que rechazaban era la humillación. Muchos inmigrantes andaluces encontraron la libertad en Cataluña. El señorito catalán era más fino que el andaluz, era empresario, ofrecía trabajo y tenía otro trato.

—España se está convirtiendo en un país de emigrantes.
—En Europa de las décadas pasadas hay países que han sido generosos: Dinamarca, Suecia, Noruega, Holanda. Eran tiempos de opulencia. En este momento todos controlan y cuidan sus fronteras.

—Programas como ‘Españoles en el mundo’ pintan la emigración como algo fácil.
—A mí me fascinan, me alucinan las aventuras de la gente. El otro día vi que un español había montado un bar en Laponia. Me hace pensar en las ilusiones de la gente. Mis hijos a veces me lo plantean. El mundo se queda pequeño para los jóvenes.

José Leal ofrece una conferencia sobre migración e identidad organizada por Adisamef.
http://www.diariodeibiza.es/pitiuses-balears/2012/02/25/migracion-busqueda-dignidad/539676.html

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