Parque Líber Seregni: un símbolo de convivencia.
Montevideo tiene muchos lugares emblemáticos, edificios o espacios que nos representan o nos interpretan, que nos provocan sin necesidad de palabras el sentimiento de eso que llamamos la idiosincrasia uruguaya. Uno de ellos, muy reciente, es mi preferido porque materializa lo que somos pero sobre todo simboliza lo que queremos ser, nuestro ideal de convivencia: el Parque Líber Seregni.
Un país es en primera y última instancia una comunidad instalada en un territorio. Lo dice nuestra Constitución: "la República Oriental del Uruguay es la asociación política de todos los habitantes comprendidos dentro de su territorio". Todos estamos condicionados por el territorio, es decir por el lugar donde vivimos, en lo físico, en lo cultural, en lo económico, en lo ambiental. Seguramente la historia de cada ciudad, y entre ellas Montevideo, se va escribiendo en un proceso permanente de lo que pudimos ser y no quisimos, o no pudimos, o no supimos.
Pero una sociedad democrática y con un futuro posible necesita un territorio que también lo sea. Sin un territorio democrático y sustentable la sociedad tampoco lo será. Y así como la sociedad para cambiar necesita un proyecto, necesita saber de dónde viene para saber hacia dónde y cómo debe construir los cambios, un espacio necesita de un proyecto para acoger en él a todos sus habitantes.
Todos hemos sido testigos del deterioro no sólo social de nuestra comunidad, sino urbano y espacial: la fragmentación fue tirando a sus márgenes a los vulnerables, a los que durante generaciones pagaron las cuentas de las crisis, aunque esos márgenes se encuentren en plena Ciudad Vieja, centro neurálgico de lo que fue la patria financiera de los años 90. Es decir: el territorio nos acoge o nos expulsa, nos incluye o nos margina.
Por eso el parque Líber Seregni es el símbolo del tipo de convivencia que debe ser el norte de nuestro proyecto político: nació del sueño de la gente, de su capacidad de imaginar lo que no existía, un espacio abierto a todos allí donde había ruinas y oscuridad, se concretó gracias a una herramienta de participación ciudadana propuesta por la Intendencia, en el marco de las políticas de descentralización como es el Presupuesto Participativo, tomó forma en la imaginación de los técnicos que dialogaron con los vecinos para entender sus necesidades y dar forma a sus sueños, y se construyó con el dinero colectivo que el Estado recauda para gestionar el bien común.
Su proceso habla de una forma de relación entre los ciudadanos y las instituciones públicas, de un modo de gestión de los bienes comunes, del papel de las políticas públicas en el diseño del presente que hará futuro, sino también de una concepción de convivencia: "Los espacios públicos definen a una sociedad y su tiempo y son referentes de cultura e historia", dijo Ricardo Erlich el día de su inauguración.
Yo agregaría que los espacios públicos relatan cómo vivimos y delatan cómo pretendemos vivir. El Parque tiene, en sus 16.000 metros cuadrados, pista de skate, cancha de básquebol, una de fútbol 5 y espacio con juegos para niños. Es decir, infancia y juventud. Tiene espacios verdes y espacios en diferentes plateas, donde adultos mayores, personas solas o parejas pueden sentarse a conversar, leer, tomar mate. Tiene una gran explanada para actividades, donde hacer conciertos, teatro, danza, actos. Y además tiene verde, tiene fuentes, y por último una cooperativa social de cuidaparques, integrada por hombres y mujeres, que protegen lo material y velan por lo humano: el buen trato y el respeto mutuo.
Accesible para todos y todas, de todas las edades y para todo tipo de actividades, cada día soleado que veo en él a decenas y decenas de compatriotas de todas las edades, me pregunto a dónde iban antes, dónde jugaban los niños, dónde hacían deporte los jóvenes, dónde leían las personas grandes, dónde se juntaba la muchachada con el mate y dónde se escondían los arrumacos de la parejita adolescente.
Vincular, frecuentar, dialogar, compartir, respetar, cuidar: el Parque Líber Seregni conjuga todos los verbos de la convivencia que hacen de la democracia el mejor lugar político para vivir. Por eso no será una excepción sino la regla de nuestro proyecto.
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