No puede entenderse a Decroly sino se le ubica
siendo destacado representante de la Escuela Nueva, aquel movimiento que a fines
del siglo XIX critica duramente el papel del maestro, la falta de interactividad
en las aulas, la excesiva memorización y el papel pasivo del estudiante. Al
igual que Montessori y Freinet, Decroly se preocupa por los intereses y
necesidades del niño y proponía como ellos el principio de actividad en el
aprendizaje.
Decroly desea adaptar la educación a las exigencias de la ciencia moderna y critica la sobrevaloración de las “humanidades” ; reclama por ello la formación técnica y científica basada en los hechos y el método experimental.
Según Decroly, las representaciones mentales de los niños son globales, no analizables. La globalización domina el pensamiento del niño hasta los seis o siete años; posteriormente el niño se ejercita en descubrir los rasgos del pensamiento analítico.
La globalización tiene una doble función: por un lado habría que distinguir el globalismo psiquico del niño y por otro la globalidad de las cosas. Ambos se compenetran en las representaciones mentales del niño.
Cuando el niño tiene hambre o miedo, lo que hace es buscar alimento o huir: estos comportamientos suprimen el estado de desequilibro creado por la necesidad; la excitación ha puesto el sistema nervioso en tensión y ha generado un estado de “atención” que luego se convierte en asombro y reflexión. De este modo, la energía desplegada para eliminar la necesidad se ha transformado en interés.
Para Decroly los intereses están relacionados finalmente con los instintos, de ahí que los centros de interés que propone son cuatro en estrecho vínculo con necesidades instintivas: alimentación, protección, defensa y trabajo.
Una pedagogía del interés, según este principio, canaliza de modo eficaz las motivaciones esenciales de los niños antes que una pedagogía de la reproducción, dominante en la escuela tradicional.
Para Decroly la Escuela tradicional no prepara para la vida y rechaza el intelectualismo predominante en ella. Destaca que sobrevalorando el lenguaje la escuela confunde la palabra articulada con la inteligencia, lo que es un grave error.
Pero la inteligencia no verbal práctica es también valiosa, puesto que es muy útil en la vida cotidiana y en la solución de problemas de muchas actividades profesionales. La escuela tradicional estimula las cualidades verbales pero desvaloriza la expresión concreta manifestada en los trabajos manuales, la gimnasia, el dibujo y el juego.
Esta observación hace que Decroly prefiera utilizar el concepto de expresión antes que el de lenguaje; la expresión puede cubrir no solo la expresión oral o escrita sino la proveniente del cuerpo (gesto, mimica o danza), la mano (experimentación, diseño o construcción) y el arte (pintura, música o teatro).
El niño es un ser vivo; antes de ser un pensador devorador de libros, es un ser en crecimiento cuyo desarrollo motor requiere intensa actividad práctica. Este principio es compartido por todo el movimiento de la Escuela Nueva.
No es el primero en destacar el papel del juego en el aprendizaje, pero a partir de Decroly se habla de juego educativo. Observa que los niños en la escuela se concentran con mayor vigor en el juego que en las lecciones.
Cuando un niño pide conejos para jugar, Decroly lo movilizará para construir una conejera; entonces el niño debe buscar el lugar, medir el terreno y construir la conejera. También se verá obligado a leer sobre crianza alimentación y protección de estos animales; tendrá que escribir a comerciantes de madera, veterinarios y criadores de conejos.
Con esto Decroly enseña que un interés poderoso en el niño puede lograr una intensa concentración mediante el juego.
Decroly descarta horarios, programas, plazos y manuales de la escuela tradicional; y hace que los niños propongan los temas que se desea tratar y negocien las propuestas de grupo en planes de trabajo para días en el caso de los niños menores o un año entero para los mayores.
Observación, asociación, expresión concreta y expresión abstracta, son fases del método global. La realización de estas actividades define el método global en Decroly; pero lo que ha trascendido del método global es una parte limitada al aprendizaje de la lectura y escritura, lo que es el procedimiento “ideo-visual”.
Decroly propone partir de la globalización psíquica del niño para luego desarrollar facultades diferenciadas; Decroly sostiene que el niño tiene una percepción global, que percibe el todo antes que sus partes y que más tarde con la curiosidad e investigación puede descubrir las partes en el todo.
Al concebir de este modo la globalización, Decroly propone su pedagogía del interés. Nos habla de centros de interés para el niño y propone cuatro: alimentación, protección, defensa y trabajo. Para Decroly el interés es el signo interno y común a las necesidades; en algún momento la energía desplegada para la satisfacción de las necesidades vitales se transforma en interés.
En realidad, los centros de interés constituyen una propuesta de contenidos que pretende superar la división tradicional por materias; su ambiciosa propuesta sugiere la interdisciplinariedad.
El examen de una “sorpresa” puede ejemplificar la aplicación de los centros de interés y sus fases en el aula. Decroly en su escuela llamaba “sorpresa” al objeto que un niño llevaba dentro de un saco; los demás se acercaban y lo examinaban detenidamente, lo palpaban, apretaban, olían, pesaban y trataban de describir las sensaciones experimentadas. Con esta actividad los niños reemplazaban la percepción mecánica por la observación activa; el objetivo de Decroly era conducirlos desde una simple impresión hasta el concepto y lenguaje.
La expresión concreta dada por los movimientos o mímica de los niños (ante el deseo, repulsión, temor o placer), acompañaba al proceso de observación. El adulto, a su vez, empezaba a utilizar de modo natural las palabras para describir más exactamente el objeto; poco después, el niño motivado a experimentar planteaba hipótesis, para eso medía, pesaba y calculaba el volumen del objeto. La expresión concreta tendría que culminar con la representación del objeto en un dibujo; mientras que la expresión abstracta debía dar lugar a la adquisición oral del vocabulario científico.
Pero con todas estas actividades, el niño, de manera espontánea, asociaba el objeto estudiado al recuerdo de experiencias anteriores o planteaba hipótesis anticipadoras. La asociación establecida estaba relacionada con la abstracción en el niño; el hecho de distinguir rasgos significativos en el objeto permitía una mejor descripción y representación oral. Al utilizar un lenguaje y conceptos pertinentes los niños comenzaban a definir relaciones, conexiones y sistematizaciones; pasaban de lo particular a lo general, del elemento a la estructura, de la unidad a la serie.
Entonces, puede afirmarse que cumplidas las fases de los centros de interés, Decroly pretendía que el niño utilizara los procedimientos básicos de la ciencia experimental. Una ambición loable que tuvo relativo impacto en su momento y que hoy sigue vigente, un siglo después.
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